En relación a la decisión ¿Creer que hay vida más allá de la muerte? esta es una opinión de Christopher Hitchens

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Esta es la opinión del experto

Según Hitchens, no hay ningún tipo evidencia de que exista una vida después de la muerte: la realidad es que no lo sabemos. Las experiencias cercanas a la muerte no nos pueden informar sobre lo que pasa después de la muerte porque efectivamente nadie que vuelva ha experimentado realmente la muerte.

Para Hitchens, el concepto de Dios o de un ser supremo es una creencia totalitaria que destruye la libertad individual. Creía que la libre expresión y los avances científicos deberían sustituir la religión como forma de enseñar la ética y de definir la civilización humana. Hitchens se apegaba a lo que para él es la verdad más obvia. No hay algún tipo evidencia que exista una vida después de la muerte: "La realidad es que no sabemos. Por lo tanto, no sabemos." Para él, la muerte es aniquilación, un límite epistémico absoluto.
 
Sostenía que la creencia en la vida después de la muerte tiene una clara función de satisfacer nuestros deseos. Además, a lo largo de los siglos, esta creencia ha sido manejada por déspotas religiosos para controlar y condenar a los demás.
 
Respecto al argumento de que las experiencias cercanas a la muerte apuntan a una realidad espiritual más allá de esta vida, Hitchens decía que es un error en sí mismo: es una experiencia cercana a la muerte, y por lo tanto, como la persona no murió realmente, no se puede hablar de un más allá. Este tipo de experiencia no nos puede informar sobre lo que pasa después de la muerte, porque no se ha experimentado efectivamente la muerte. Por el contrario, son experiencias subjetivas y que buscan satisfacer nuestros deseos. Por lo tanto, las experiencias cercanas a la muerte no tienen el peso de evidencia científica que se le quiere atribuir.
 
Hitchens también recuerda lo que dijo Freud: que la conexión entre nuestros deseos y nuestras creencias en una vida más allá es muy obvia. Son representativos del miedo más antiguo y más común del ser humano.
 
Hitchens afirmaba poder entender por qué la gente podrá querer creer en el cielo y confesaba ser consciente de lo duro de lo que proponía. Puntualizaba que no podía prometer cosas esperanzadoras como las que la religión promete, y que no se sentía moralmente superior por eso. Es más, confesaba que tampoco se sentía feliz por proponer que probablemente y abrumadoramente lo que nos espera es la extinción.
 
Ni su cáncer terminal lo hizo vacilar en sus creencias. Incluso dijo que su enfermedad incrementó tanto su desprecio por este elemento de la falsa consolación que propone la religión, como su antipatía por la parte dictatorial que supone la creencia en la vida eterna con Dios. Pues - advierte Hitchens - una existencia eterna bajo un dictador cósmico que nos ordene a permanecer en el cielo y además que lo hagamos con gusto es algo que, una vez bien analizado, puede no ser tan animador como parecía al principio.

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