En relación a la decisión ¿Organizar campañas benéficas? esta es una opinión de Joan Picas Contreras

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Esta es mi opinión de experto

Las campañas benéficas en las sociedades contemporáneas, envueltas en un halo publicitario, proponen una visión de los problemas sociales como espectáculos de consumo. La participación de las personas permite mostrar una solidaridad puntual que no acaba con las injusticias.

La manipulación de sentimientos y emociones que se realizan a través de la publicidad o el marketing de ciertas problemáticas sociales, se rige muchas veces por una lógica mercantil, muy alejada de la esencia de la cooperación y de la solidaridad. El autor señala que el pragmatismo de éstas y otros tipos de acciones que se hacen en nombre del humanitarismo, transforman e hipotecan el carácter de unas prácticas que no deberían ser exclusivamente humanitarias (salvación de vidas), ni sólo económicas (distribución de fondos), ni sólo asistenciales (educativas, sanitarias…), sino ante todo un ejercicio de justicia social.
 
En este contexto la solidaridad deviene una cuestión de simpatía, una opción ya no estrictamente necesaria, sino deseable. Siguiendo a Lipovetsky (1992), el autor argumenta que este tipo de solidaridad se transforma en un «consumo interactivo y festivo de buenos sentimientos», que es convertido en espectáculo al ser vehiculizado por los medios de comunicación. Éstos, como creadores de opinión, van configurando una moda de la generosidad como “ética light”, temporal y puntual que sólo se manifiesta en momentos de surgimiento de ciertos problemas sociales como centrales en la opinión pública.
 
“El propio acto de consumo transforma al ciudadano en mecenas (basta tomar una taza de «café solidario», pagar con una tarjeta de crédito de una entidad financiera que destine algún porcentaje del valor de la compra a subvencionar a una ONG o asistir a un concierto de rock contra el hambre en el mundo). La solidaridad no sólo adopta formas indoloras, sino también lúdicas: el agente moral se compromete en favor de una buena causa al tiempo que se lo pasa bien. La caridad se convierte en diversión; el dolor ajeno deviene espectáculo (reality show). En las llamadas «maratones televisivas» destinadas a recaudar fondos, que combinan generosidad, aires de festival y marketing, las donaciones se contabilizan y se baten récords como si se tratara de emular una gesta deportiva.” (Picas, 70)
 
En resumen, el autor plantea que la solidaridad expresada en forma de espectáculo -como pueden ser las campañas benéficas- apela a un tipo de responsabilidad que en ningún caso es una imposición imperativa, ya que no se exigen grandes sacrificios personales, ni se consagra la vida a fines superiores a uno mismo, ni tampoco se realiza ningún tipo de renuncia que no sea voluntariamente elegida. Estos procesos alejan la atención del público de las verdaderas raíces de los problemas sociales actuales, derivados de las profundas diferencias entre personas y de las relaciones de dominación imperantes en la actualidad.

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