En relación a la decisión ¿Superar el miedo a la soledad? esta es una opinión de Lluïsa Etxeberria Azkune

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Esta es mi opinión de experto

Es conveniente legitimar el miedo a la soledad, cuando se percibe o se siente, por respeto a la subjetividad de cada cual, pero es importante comprender y sanear el temor cuando es desmesurado e invade la persona.

En principio, los sentimientos han de entenderse y aceptarse tal como son. Luego, sabemos que la soledad es inherente a nuestra existencia humana y que no podemos a veces evitar sentirnos solos, de forma transitoria,  estando acompañados;  también que es un signo de buen desarrollo poder estar solos en presencia de alguien. Pero cuando nos aterra o es muy amenazante el miedo a estar solo,  es aconsejable explorar su raíz para evitar problemas que puede generar. Paradoxalmente, nos podemos sentir acompañados estando a solas, esto es, sin la compañía de personas significativas a nuestro lado, bien cuando se ausentan temporalmente o bien cuando se van para siempre, a condición de que permanezcan en la vida de nuestra mente, en los afectos que nos  vinculan.
Necesitamos compañía, sí, pero también estar solos, estar a solas, tener espacios propios. La soledad puede ser un elemento organizador de la persona, un bien deseable. La capacidad de estar a solas nos humaniza, si podemos soportar un cierto componente de miedo cuando se impone, si descubrimos que la soledad puede ser creativa, liberadora y reparadora: nos ayuda a detenernos, explorar y dialogar en el núcleo de nuestro yo más profundo, reflexionando sobre aspectos de nuestra realidad interna y externa; también nos permite tomar el pulso al estado afectivo de nuestras relaciones con los otros, una vez hemos descubierto el sentido y el valor de la alteridad, del “otro” diferente a mí.
Ahora bien, no es lo mismo estar  “solo” que estar “aislado”. Y una persona “solitaria” no necesariamente es una persona “aislada”. Se puede tener el sentimiento positivo de ser una persona más o menos solitaria,  si se está bien consigo mismo y conectado con los otros, en intercambio. El aislamiento, en cambio, nos repliega, nos cierra, y nos deja tremendamente solos, en un vacío mudo y, por consiguiente, más expuestos i vulnerables al miedo, incluso a estados de tristeza, angustia y negatividad.
El bagaje de experiencias de estar a solas en presencia de alguien a la infancia y las experiencias que a lo largo de la vida nos van equipando el psiquismo o mundo interno, nos permiten tolerar –con más o menos equilibrio y estabilidad emocional- el vaivén de los sentimientos que nos amenazan y nos nutren, paliar el miedo y a veces también la soledad. Ahora bien, las variaciones del miedo a estar solo requieren, de entrada, la comprensión del peso de la realidad y de las circunstancias que han marcado cada andadura, e ir aprendiendo “la capacidad de estar a solas” por los beneficios saludables que comporta. Como todo aprendizaje, respetando el ritmo propio, hace falta esfuerzo, espacio mental y tiempo.

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