En relación a la decisión ¿Reducir el uso de sustancias tóxicas? esta es una opinión de Antoni Zabalza

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Esta es mi opinión de experto

La contaminación medioambiental «debe ser la mínima posible, pero difícilmente podrá desaparecer del todo, a no ser que estemos dispuestos a cambiar de forma impensable nuestro estilo y calidad de vida (de hecho, a no ser que estemos dispuestos a renunciar incluso a la esperanza de vida actual)».

La industria química, por su naturaleza y por el posible impacto ambiental que puede tener, desde hace tiempo ha sido el centro de atención de las entidades reguladoras y de la opinión  pública, y ha reaccionado positivamente a los retos que se le han ido planteando.
 
«En cuanto a la seguridad y el medio ambiente, la responsabilidad social de la industria química toma forma en el programa voluntario de alcance mundial denominado Responsible Care, que establece los objetivos del sector y pone de manifiesto las significativas mejoras obtenidas a lo largo del tiempo».
 
En la actualidad, producir de forma eficiente y competitiva bienes y servicios que el público demanda, parece que ya no es una justificación suficiente de la actividad industrial. De hecho, no hay contradicción entre la rentabilidad económica y el respeto por el medio ambiente, sin embargo las exigencias medioambientales pueden reducir la competitividad de las empresas.
 
«La contaminación del medio ambiente es una consecuencia ineludible de la fabricación de productos que son necesarios para la sociedad y que la gente demanda. Debe ser la mínima posible, pero difícilmente podrá desaparecer del todo, a no ser que estemos dispuestos a cambiar de forma impensable nuestro estilo y calidad de vida (de hecho, a no ser que estemos dispuestos a renunciar incluso a la esperanza de vida actual)».

El enfoque económico sobre las prestaciones ambientales
«La contaminación es una consecuencia de producir bienes y servicios que son necesarios y que los ciudadanos reclaman. Es, en realidad, un coste del proceso de producción y, en principio, debería tratarse como tal. Como se ha señalado, la contaminación no se puede eliminar totalmente, porque esto implicaría prohibir la producción de los bienes y servicios que la originan, lo que sería extremadamente costoso y, con toda seguridad, inviable políticamente.
 
El enfoque económico es reconocer que debemos convivir con la contaminación y buscar la forma de minimizarla sin perder los beneficios de la producción y el consumo de los bienes y servicios asociados que esta ultima conlleva. El principio general para encontrar el grado óptimo de contaminación es fácil de entender: la contaminación debe reducirse siempre que el beneficio marginal de la menor contaminación supere el coste marginal provocado por los bienes y los servicios asociados no producidos.
 
Naturalmente, el principio funciona en ambas direcciones: si reducir la contaminación tiene como consecuencia un coste marginal superior al beneficio marginal, entonces la actuación no es aconsejable. Obsérvese que el principio no se formula en términos de magnitudes totales, sino marginales. Es decir, estamos hablando de un principio que permite identificar una situación ineficiente y que determina la dirección que permite mitigar, o incluso eliminar, esta ineficiencia».
 
La dificultad reside en que «el agente que genera la contaminación solo percibe el beneficio de producir más, pero no el coste de la contaminación, que recae en otras personas. Este es un punto importante. La comparación apropiada no es entre costes y beneficios privados, sino entre costes y beneficios sociales; es decir, costes y beneficios que incorporen no solo las consecuencias de la acción sobre el agente que la origina, sino sobre toda la sociedad. Las implicaciones de este giro también son importantes. Si una parte de los costes o de los beneficios de nuestras acciones se va fuera (si hay externalidades, para utilizar el argot de los economistas), nuestras decisiones individuales pueden ser ineficientes: la contaminación puede ser diferente de la óptima».
 
Fuente: Zabalza, Antoni. «La responsabilidad social de la industria química». Química Verda. Medi Ambient, Tecnologia i Cultura, 48 (2011), pag 50-56.

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