Errar es humano, y de cada uno de nosotros depende la actitud que tomemos después de equivocarnos. Una opción es disculparse con las personas que han sufrido consecuencias negativas, independientemente de que intentemos solucionar ese error o no. Con las disculpas se reconoce el error y se muestra arrepentimiento. Otra opción menos decorosa consiste en no pedir perdón a la persona afectada por el error, que puede significar resistencia hacia el reconocimiento del error, e incluso de indiferencia hacia los demás.
Cuando se ha cometido un error, la cortesía y un sano humanismo aconsejan pedir disculpas. Al hacerlo no se soluciona el error cometido, pero es un primer paso importante, sobre todo para quien se vió afectado, y al menos sí que se puede conseguir una reconciliación con esa persona o personas.
No pedir disculpas puede ser un signo de mala educación, de orgullo personal, de desprecio o incluso de intención maliciosa a la hora de cometer ese error.
1 opinión argumentada
- Yoani Sánchez
- Generación Y