En relación a la decisión ¿Gestionar la salud según mi religión? esta es una opinión de Alain Garay
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Alain Garay
- Abogado
Esta es la opinión del experto
La libertad ideológica y religiosa está constitucionalmente garantizada, esto significa que la persona además de adoptar posturas éticas tiene el derecho de actuar de forma coherente en la esfera privada
El rechazo a las transfusiones de sangre por parte de los testigos de Jehová ha ocasionado problemas jurídicos de diversa índole, sin embargo, a pesar de ser este el caso de mayor relieve, no son los únicos que rechazan algún tratamiento médico por razones religiosas.
Para Alain Garay la cuestión que se debe plantear es si esta opción se puede respaldar jurídicamente, para lo que debe ser analizada desde la óptica de la libertad ideológica y religiosa.
Acerquémonos en primer lugar a la libertad de conciencia. La libertad de conciencia permite a la persona tomar una decisión moral sobre acciones concretas, a partir del código moral que asume como consecuencia de su opción religiosa o de su sistema de pensamiento.
Citando a Romeo Casabona (Director de la Cátedra Interuniversitaria Diputación Foral de Bizkaia de Derecho y Genoma Humano, Universidad de Deusto y Universidad del País Vasco), este experto puntualiza que la libertad ideológica y religiosa constitucionalmente garantizada “consiste no solo en el derecho a asumir determinados postulados éticos (o ideologías o creencias religiosas), sino en actuar coherentemente de acuerdo con los mismos en la esfera personal”.
En el contexto actual con una sociedad marcadamente pluricultural, el respeto a la identidad cultural de los individuos y de los grupos sociales significa que estos (individuos y grupos) puedan vivir conforme a sus propias pautas culturales.
Por lo tanto el derecho fundamental a la libertad de conciencia constitucionalmente garantizado ampara la negativa por razones morales a recibir un determinado tratamiento médico. Sin embargo, la declaración de voluntad contraria al tratamiento ha de ser expresa, sin que ésta se pueda inferir de la pertenencia del paciente a una determinada confesión religiosa. Si la voluntad del enfermo no puede ser consultada y sin constancia de una manifestación explícita (sí sería válida una declaración antecedente y genérica) el médico está obligado a usar los medios terapéuticos que estime necesarios.
Fuente: GARAY, Alain. «Libertad de conciencia y tratamiento médico: el caso del consentimiento a la transfusión sanguínea». Revista Latinoamericana de Derecho Médico y Medicina Legal, 5:1(2000), p. 25-31.
La tesis de Alain Garay clama al cielo... Salvo si queremos entender la religión como un aliado de la moral del poder (medieval, estamental, monárquico, dictatorial), dada a inmiscuirse en asuntos de economía casera, sexualidad y obediencia, la religión forma parte de la imaginación metafísica, y por lo tanto supone la existencia del Uno, creador o no, y alguna cualidad central, el amor, por ejemplo. El resto, ¿de dónde viene? ¿De dónde vienen las verdades del islamismo, del judaísmo, del criatianismo? Dejemos la revelación aparte, porque no me negarán que es asunto delicado..., queda entonces lo que usted y yo (es decir, todos) hacemos con lo que creemos, pensamos, barruntamos, intuimo e inventamos. Llegados rápidamente a este punto, ¿se puede pensar que una persona religiosa consulte (¿dónde, a quién? ¿en algún texto del siglo II?) sobre si aceptar o no un tratamiento más allá de a su propia conciencia y saber y a la comunidad científica? Lo más grave no es esto, sino si esas personas obligan a sus hijos, en nombre de las morales particulares de sus religiones, a prescindir de ciertos tratamientos, como las transfusiones de sangre, por ejemplo. ¿Y si estuvieran en contra de la anestesia? En fin, creo que, por regla general, una persona religiosa es lo suficientemente sensata para deslindar la física de la metafísica. El "respeto a la identidad cultural del individuo" es, en principio, una entelequia. La ablación del clítoris forma parte de esa identidad.