En relación a la decisión ¿Creer que la convivencia intercultural siempre es conflictiva? esta es una opinión de Francesc-Xavier Marín i Torné

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Esta es mi opinión de experto

Conceder la palabra a todo el mundo y basar la convivencia no en la diferencia sino en la equidad, la justicia y la igualdad permiten, para este autor, una convivencia intercultural sin conflicto.

“La reflexión ética nos muestra que las relaciones sociales no pueden basarse en la fuerza de quien impone a los Otros la asimilación. En realidad esta concepción paraliza el debate democrático y sacraliza aquello que debiera ser constantemente interrogado y reformado: las condiciones y las formas de una convivencia en la que cada individuo-grupo-cultura encuentre su lugar y reconocimiento. Sin embargo, a pesar de las porosidades de los límites sociales, cuando se exige a los demás des­prenderse del sello de su origen para ser dignos de ser considerados interlocutores válidos, tenemos la prueba fehaciente de que demasiadas barreras mentales siguen hoy siendo infranqueables. El darwinismo social, excluyente por definición al ape­lar a la diversidad para mantener las desigualdades, se autoexcluye como compo­nente de la convivencia solidaria (Moya, 2003; Bessis, 2001, Pérez, Moscovici y Shulvi, 2002; Falomir, Mugny, Invernizzi y Muñoz-Rojas, 2001 y Kozakai, 2000).
 
No debe perderse de vista que, desde una lectura ética, en cada sociedad existe más humillación de la que se percibe, más de la que se reconoce, y mucha más de la que se decide aliviar. Por eso el imperativo ético reclama la sensibiliza­ción y la protesta pública. La obligación de las sociedades éticas pasa indefecti­blemente por el cultivo de la sensibilidad moral y la protesta pública contra todo aquello que favorece el aumento de los ubicados en los “márgenes de la huma­nidad” (Bauman y Tester, 2002: 93-98 y 176-178). En consecuencia, la lucha contra la magnificación de las diferencias supone promover la reivindicación de conceptos como equidad (enfatizando la diversidad de posibilidades humanas), justicia (para responder a las aspiraciones de todos) e igualdad (insistiendo en las posibilidades de acceso y oportunidades).
 
Cuando el constructo social de la diferencia cultural no la contempla como un valor aparecen automáticamente los procesos de exclusión. Como comunidades éticas, nuestras sociedades no pueden obviar la igualdad fundamental de todos los seres humanos, el imperativo de la acogida, la convivencia y la participación, el mutuo reconocimiento en el intercambio de opiniones, creencias, valores y prácticas con el objetivo de mejorar la comunicación (Ricoeur, 2005). Ciertamente nos cuesta trabajar a la vez con la unidad y la diversidad ya que, si afirmamos con tanta pasión nuestras diferencias, es precisamente porque se han instaurado dinámicas que nos hacen percibir cada vez menos diferentes (Maalouf, 1999: 112). Ya no vale enmascararse en un “nosotros” plural que supuestamente nos reúne a todos sin exclusiones (Innerarity, 2005). Hay voces que no son fáciles de escuchar porque no se ajustan al criterio dominante o, simplemente porque no son invitadas a intervenir. La primera obligación ética es, pues, conceder la pala­bra a todo el mundo”.
 
Fuente: Marín i Torné, Francesc-Xavier. «Interculturalidad:Solidaridad moral y alfabetización cívica». Comunicación 5 (2007) 391-403.

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