En relación a la decisión ¿Pactar con mi pareja un sueldo por ocuparse del hogar? esta es una opinión de Regina Martínez Pascual

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Esta es la opinión del experto

Para la psicóloga, obtener un sueldo por el trabajo doméstico, basado de por sí en el modelo de familia nuclear, podría legitimar el papel de las mujeres como responsables de estas tareas y perpetuar la división sexual del trabajo.

Para la experta el “trabajo doméstico” supone para las mujeres muchas veces una dedicación de 7 horas diarias. Es el trabajo invisible, repetitivo y agotador que nadie reconoce y todos exigen, destaca. Enfatiza que si bien la incorporación de la mujer al mercado laboral ha aumentado en los últimos años (aunque con sueldos inferiores y trabajos precarios), esta incorporación no ha sido acompañada de un fortalecimiento del Estado de bienestar que beneficie el trabajo doméstico.
"El hecho de que las amas de casa hagan un trabajo no reconocido social ni económicamente (sin bajas por enfermedad, vacaciones o pensiones) ha llevado a pedir un salario para el trabajo doméstico", puntualiza.
 
Recuerda que el movimiento a favor de la salarización nace como tal en 1974 en Italia, siendo Mariarosa dalla Costa la principal teórica. Fue planteado como una reivindicación de la clase trabajadora, señalando que el máximo beneficiario de que la mujeres asumieran las tareas reproductivas es el sistema económico.
 
La experta destaca que el papel del trabajo doméstico en el sistema económico es crucial pero añade que "si bien una reivindicación como ésta -la salarización del trabajo doméstico- es altamente progresista al visibilizar y dotar de más recursos a las olvidadas y unir a un sector tan fragmentado, su aplicación podría derivar en determinados problemas".
 
Obtener un sueldo público por el trabajo doméstico (basado de por sí en el modelo de familia nuclear) podría legitimar el papel de las mujeres como responsables de estas tareas y perpetuar la división sexual del trabajo, enfatiza.
"En el peor de los casos, considerando las dinámicas machistas que dominan en nuestra sociedad, es posible que en muchas familias se “exigiera” a la mujer realizar las tareas o limitarla a sobrevivir con dicha paga. Los efectos psicológicos del aislamiento y de un trabajo poco creativo, y la “salarización” a largo plazo podría aún arraigarlo más", dice.
Pero agrega que "en el mejor de los casos, las parejas podrían decidir quién de los dos hace el trabajo doméstico, dando paso a una posible reconfiguración de roles de género, si en las parejas (heterosexuales) se encargara el hombre. Sin embargo, en la práctica, por muy progresistas, las facturas se amontonan. En el Estado español las mujeres, por ejemplo, cobramos un 30% menos, por lo que será más rentable para ambos mantener el salario del hombre y que sea ella quien se quede en casa".
 
Recuerda que el mercado laboral frena constantemente la lucha por la igualdad pero la complejidad del trabajo doméstico en sí plantea la necesidad de debate y búsqueda de alternativas. De hecho, hay otras opciones que tratan de solucionar el problema desde otra óptica.
En lugar de defender el salario para el trabajo doméstico, podría ser más conveniente la potenciación de dos medidas: "en primer lugar, y paralelamente a cualquier opción, la defensa de unos servicios públicos de calidad y en última instancia, la socialización del trabajo doméstico. En segundo lugar apoyar una renta básica. De esta manera, tenderíamos a garantizar que nadie dependiera económicamente de nadie y a no establecer una especie de relación contractual por una tarea tan injusta y alienante".

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