En relación a la decisión ¿Pactar con mi pareja un sueldo por ocuparse del hogar? esta es una opinión de Eva De la Peña Palacios

Imagen de Eva De la Peña Palacios

Esta es la opinión del experto

La experta considera que el trabajo doméstico es una labor fundamental para la mantención de los espacios privados que, mayoritariamente, es ejercido por las mujeres. Destaca que no es remunerado y que, por tanto, requiere ser valorado y considerado como parte de la fuerza de trabajo de la familia.

En su cuaderno, 'Fórmulas para la igualdad', la experta destaca que el trabajo doméstico es un conjunto de actividades destinadas a producir bienes y servicios orientados al mantenimiento físico, psíquico y social de quienes conviven en el espacio doméstico y, recuerda, que generalmente no tiene una remuneración económica, es mayoritariamente ejercido por mujeres y además no tiene condiciones laborales establecidas, ni es valorado socialmente.
 
"Generalmente no tiene asignado un precio. En la economía no tiene asignado un valor de mercado y por ello, el sistema económico no lo contabiliza en cifras a la hora de calcular la riqueza (PIB)", enfatiza y agrega que "que el trabajo no sea considerado económicamente no significa que no requiera un esfuerzo y dedicación que muchas veces puede llegar a superar otras actividades sí remuneradas".
 
Para la experta es importante que estas labores sean reconocidas socialmente y a nivel familiar. Asignar un valor económico de lo que se realiza, puede ser un paso para que se considere como una actividad importante para la mantención familiar. Asignar una retribución económica por estas labores, puede evitar que se caiga en la doble jornada: es decir, que las mujeres además de responsabilizarse de las labores reproductivas también estén en el mercado laboral pagado.
 
Sin embargo, enfatiza que se debe caminar hacia la "corresponsabillidad": "responsabilizarse significa tener la obligación última de la realización de una tarea... sin embargo, AYUDAR supone estar libre de la responsabilidad final, es prestar colaboración pero no encargarse de su realización final".
 
Enfatiza que el viejo esquema de reparto de responsabilidad está obsoleto y que se requiere una distribución de tareas productivas y reproductivas en términos igualitarios entre hombres y mujeres. Para ello, se requiere un cambio cultural que promueva la conciliación familiar y personal no sólo como un problema intrafamiliar de distribución de tareas, sino como ejes que cruzan los sistemas sociales.
 

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