En relación a la decisión ¿Apuntarme a un movimiento pacifista? esta es una opinión de José Ángel Ruiz Giménez

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Esta es mi opinión de experto

El movimiento pacifista es el que en mayor medida ha despertado la conciencia de los ciudadanos hacia las causas estructurales que generan y desarrollan la violencia y las guerras. Es lo que se denomina una "revolución silenciosa".

Es el movimiento pacifista, como parte protagonista de esa revolución silenciosa que Inglehart afirma está teniendo lugar, el que ha contribuido lenta pero notablemente en la formación de una mucho mayor conciencia social de denuncia y crítica de las lacras y causas que motivan los conflictos y la violencia –más allá de las simples guerras-, que implican cuestiones de violencia estructural: subdesarrollo, hambre, pandemias, armamentismo, imperialismo, miseria, dependencia, manipulación informativa, etc.
 
Uno de los grandes logros del pacifismo de las décadas de los sesenta y ochenta, ha sido la influencia alcanzada en la cultura y mentalidad ciudadanas contemporáneas, pues como podemos observar en perspectiva, representaron un importante avance en una tendencia de larga y compleja trayectoria de concienciación y acción ciudadanas por la paz. De este vasto fermento han resurgido viejos valores históricos europeos fundamentados en la tolerancia, la justicia y las libertades, y han prosperado nuevos valores internacionalistas enmarcados en la cultura de los derechos humanos, la paz y la ciudadanía universal (López 2003: 289-309).
 
Para valorarlo en su justa medida, resulta fundamental tener en cuenta que el movimiento pacifista no es una herramienta política orientada a forzar acontecimientos a corto plazo, aunque no se renuncie, obviamente, a esa posibilidad. Más bien, es un método de acción a largo plazo fundamentado en principios éticos. Desde la caída del muro de Berlín, los esfuerzos de la sociedad civil por la paz en Europa y en el mundo presentan resultados ambivalentes, pero sin duda han enriquecido el contenido político de la idea de paz no sólo como ausencia de violencia directa, sino como justicia social, igualdad de género, democracia, derecho a un medio ambiente sano, etc.; y han demostrado que la sociedad civil puede convertirse en un actor de relevancia en el devenir de la historia.
 
 Por tanto, contrariamente a la percepción de numerosos analistas, periodistas e intelectuales que consideraron que el movimiento pacifista había entrado en una crisis casi terminal después de 1989, lo cierto es que encontramos un hecho incontestable: nunca antes ha habido un número tan elevado de ciudadanos que, de una u otra forma, dediquen parte de su tiempo y recursos al movimiento pacifista en cualquiera de sus múltiples variables como a comienzos del siglo XXI. Esto ha contribuido notablemente a la gradual conformación de una urdiembre que, beneficiada por el acceso a las modernas tecnologías de información y comunicación, facilita nuevas dimensiones y posibilidades para los actores sociales que apuestan por formas más racionales y éticas de acción mediante el fomento de la cultura de paz; las actividades de consulta y vigilancia de escenarios de reconstrucción de paz en antiguas zonas de conflicto armado; la militancia en organizaciones por la paz; la prestación de servicios de voluntariado; la ayuda a la financiación de ONGs solidarias; etc.  
En este sentido prospectivo, lejos de las opiniones más agoreras respecto al presente y futuro del pacifismo, los autores más optimistas llegan a hablar de la existencia de una superpotencia de la paz (Wasserman 2003 y Cortright 2004).

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