En relación a la decisión ¿Creer en la reencarnación? esta es una opinión de Suzanne Rousseau

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Imagen de Suzanne Rousseau

Esta es la opinión del experto

La reencarnación no encaja ni con la concepción antropológica cristiana ni con la idea de vida eterna. La noción de ser humano desde el cristianismo es unitaria, la persona muere y resucita en su totalidad.

Suzanne Rousseau afirma que a partir del siglo XX, en pleno auge científico, ya no será válido aquello que no sea demostrable. Se quiere incluso saber las razones y la utilidad de lo sagrado, de la trascendencia o de la vida después de la muerte, a partir de datos lógicos y comprobables.
 
La creencia en la reencarnación quiere explicar el problema del mal y del sufrimiento, de las desigualdades sociales, los errores genéticos, los desarreglos sicóticos...
 
Nos encontramos frente a una apropiación «occidental» de la «ley oriental del Karma» hinduista o budista que sostiene que toda causa acarrea sus efectos positivos o negativos.
 
El alma con sus sucesivas reencarnaciones hace un aprendizaje que la conducirá la plena conciencia de lo que es y de aquello a lo que está llamada a ser. Así de vida en vida evoluciona. Y las diferencias se deben a la diferencia de evolución de cada persona. Desde esta perspectiva, la muerte es un paso obligado para regresar en una vida mejor.
 
Dios no es responsable ni del mal ni del sufrimiento, pues éstos se deben a las vidas anteriores, y se pagan en las sucesivas vidas.
 
Sin embargo, en el seno del cristianismo, el mal, el sufrimiento y la muerte son hechos inherentes a la creación. Todo lo que empieza es limitado y va hacia la finitud.
 
Los seres humanos generan mal fruto de su libertad y de sus límites, lo que comporta consecuencias imprevisibles, y no son castigos de Dios. Sino al contrario, el cristianismo habla de la misericordia divina, de un Dios sensible al sufrimiento al punto de enviar a su Hijo.
 
Este es el desafío para muchos creyentes: reconocer y acoger una misericordia y un amor divino cuya grandeza está mucho más allá de lo que el ser humano puede imaginar, sediento de venganza y de justicia retributiva.
 
Por lo que se refiere a la muerte, la fe cristiana mantiene que cada ser humano tiene solo una vida para ser amado por el Padre de una forma única y privilegiada.
 
En el cristianismo la muerte es un salto a lo desconocido, a una realidad que ahora es inaccesible. La resurrección es una cuestión de fe y esperanza y no una certeza, que se funda en el testimonio de los Apóstoles y los discípulos de Jesús que proclamaron su resurrección.
 
Se trata por lo tanto de pasar primeramente de la vida a la muerte y después de la muerte a la vida. Para que Jesús resucitase era necesario que muriese. Igualmente ocurre con todos los seres humanos. Dios no da vida nuevamente a la carne para que en el fin de los tiempos se una al alma ya presente en la eternidad.
 
Estas cuestiones están estrechamente ligadas con la concepción del ser humano. El ser humano es plenamente humano tanto en el alma como en el cuerpo. Y es a través del alma y del cuerpo que se relaciona con Dios.
 
Dios se encarnó, se hizo hombre precisamente para establecer una alianza con la humanidad, para invitar a toda persona a relacionarse con Él.
 
La reencarnación no es compatible con el conjunto del kerigma cristiano. Sobre todo porque supone una antropología dualista que no encaja con la antropología bíblica según la cual la persona muere y resucita en su totalidad.
 
Por otro lado tampoco encaja con una concepción de la vida eterna que lejos de merecerse, es ofrecida gratuitamente por un Dios que resucita a aquellas y aquellos que Él creó fiel a amor que les tiene.
 
Fuente: Rousseau, Suzanne. «Résurrection et réincarnation : interchangeables? Ou La réincarnation, une croyance incompatible avec le kérygme chrétien ou Un chrétien peut-il croire à la réincarnation?» Reflets lasalliens, avril-mars 2009, pag 29-38.

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