En relación a la decisión ¿Exigirles un mínimo de integración a los inmigrantes? esta es una opinión de Maria Viñas Pich

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Esta es mi opinión de experto

Ante el crecimiento del fenómeno migratorio, el reto de las ciudades de acogida es su inclusión; que implica el respeto a la idiosincrasia propia de cada persona; y el entrar a formar parte de la sociedad de acogida de manera plena, asumiendo los derechos y deberes que en ella se viven.

En España, en 20 años, hemos pasado de tener una sociedad monoreligiosa, monoétnica y mono cultural, a tener una convivencia: multiétnica, plurireligiosa, multicultural y plurilingüe. Esto ha generado no pocas dificultades y tensiones a la hora de organizar la convivencia social.
Las entidades e instituciones –tanto públicas como privadas- que desde hace décadas trabajan para mejorar el «aterrizaje» de inmigrantes en los países desarrollados, hace tiempo que nos lo avisan: la inmigración no se puede tratar unilateralmente, como si se tratara de un problema de las personas inmigrantes, que nada tuviera que ver con las sociedades a las que llegan. Hay que buscar vías de solución a las complejidades que plantea desde el conjunto de la sociedad.
Ante el crecimiento del fenómeno migratorio, el reto de las ciudades de acogida es su inclusión. ¿Qué aporta de novedad este concepto de inclusión? por un lado el respeto a la idiosincrasia propia de cada persona; y por otro, el entrar a formar parte de la sociedad de acogida de manera plena, asumiendo los derechos y deberes que en ella se viven. Y en este doble movimiento está el reto para todos nosotros: hemos de ser conscientes de que la inclusión de los inmigrantes en la sociedad no es un asunto que compete solamente a los servicios sociales o profesionales de la salud, sino que es necesaria la involucración de toda la sociedad en este proceso, y esto nos implica a todos.
Pero vivimos en una sociedad tremendamente cómoda. Muchos no quieren que las cosas cambien, viven instalados en un país desarrollado, con un nivel de bienestar elevado, al que no están dispuestos a renunciar. Aunque aparentemente manifiesten que desean una buena convivencia social, una paz social y una convivencia armónica, lo desean siempre y cuando esto no repercuta en su manera de vivir. Y aunque reconozcan que la injusticia, la pobreza, el subdesarrollo, la marginación y la escasez de recursos imposibilitan realmente la paz, no están dispuestos a renunciar a nada para erradicarlos.

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