En relación a la decisión ¿Creer que Dios es producto de la actividad cerebral? esta es una opinión de Herman M. Van Praag

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Esta es la opinión del experto

Que la experiencia religiosa necesite un sustrato biológico no significa que el origen de tal experiencia se encuentre en el cerebro, sino que el ser humano posee los instrumentos necesarios para abrirse a la trascendencia.

La neuroteología estudia el substrato cerebral de la espiritualidad, y ha encontrado evidencias de ello. Este descubrimiento ha sido celebrado por los círculos ateos que lo consideran como un triunfo de sus convicciones, al mismo tiempo que los creyentes están desconcertados ante la pregunta de si la religión y la religiosidad son fenómenos biológicos.
 
Mucha gente da sentido a la vida de una manera “terrenal”, a través de actividades artísticas, científicas o sociales, la familia… Sin embargo para algunos no es suficiente y necesitan añadir a una dimensión vertical que trascienda la vida terrenal, entonces sus mentes buscan un concepto sobrehumano, un concepto divino. De esta forma la religiosidad/espiritualidad no puede existir sin los circuitos neuronales necesarios para su manifestación.
 
Al provocar las experiencias religiosas cambios medibles en la actividad cerebral, parece haber triunfado el ateísmo, pues la activación de determinadas zonas del cerebro evoca experiencias que se pueden interpretar como religiosas/espirituales. Los neurobiólogos sugieren haber encontrado indicios de la existencia de un “gen de Dios” y un “espacio de Dios”, y lo presentan de forma conclusiva. Así Dios reside en el cerebro, no en el cielo.
 
Sin embargo, este neurólogo discrepa de tal interpretación pues considera que parte de una premisa errónea, presentada en un doble argumento:

  • Ciencia como sinónimo de ciencia natural, sin tener en cuenta que las humanidades también son científicas aunque usan métodos diferentes y buscan certezas en el mundo espiritual.
  • La relación entre ciencia y religión es antitética.


Además señalará que se interpretan erróneamente los datos neurobiológicos, sugiriendo que “la biología orienta la psicología”, cuando ocurre lo contrario, "la biología está dirigida por la psicología".
 
Para este neurólogo es evidente que las manifestaciones religiosas vayan acompañadas por cambios en la actividad cerebral, ya que la religiosidad es experimental y la experimentación depende de un cerebro activo.
 
Van Praag insiste en que la información neuroteológica proporciona información sobre el sustrato material de la religiosidad; lo que posibilita la existencia de la susceptibilidad religiosa; pero no aporta ninguna pista sobre los orígenes de la religiosidad, ni sobre el sentido religioso que esta tiene para un individuo, grupo o cultura determinado. La religiosidad o más correctamente, la necesidad de ésta, viene determinada por factores sociales.
 
El cerebro proporciona oportunidades para satisfacer estas necesidades.
 
Así interpreta la información neuroteológica como un triunfo del teísmo.
 
En una perspectiva preminentemente judía, el Dios de la Torah, no es un Ser carente de conexión y separado. Su creación no está terminada y es consciente de que para concluirla necesita la ayuda del hombre. Es Dios quien busca a Abraham, y no a la inversa. Es Dios quien llama a Moisés a liderar la salida de Egipto de los judíos. Los profetas son portavoces seleccionados por Dios. Los primeros reyes de Israel, Saúl y David, lo fueron por elección divina. Con total seguridad Saúl acepto este honor sin otra opción. Es Dios quien propone en el Sinaí una alianza, no es una sugerencia del pueblo Judío. La dependencia mutua refuerza la relación de colaboración.
 
Sin colaboración una alianza resulta baldía. Además, sin el hombre nadie en la Tierra podría dar fe de la existencia de Dios. En este sentido, Este no existiría (Is 43, 10-12):

…”y entiendo que yo soy El: Antes de Mí, no hubo ningún Dios,
Y después tampoco existirá otro….
Y entre vosotros no había ningún Dios extraño,
Por tanto tu eres
Mi testigo Y yo soy Dios.”

 
Formulado en términos biológicos más modernos: tuvieron que desarrollarse circuitos en el cerebro humano para recibir y registrar señales de “lo alto”.
 
Fuente: Van Praag, Herman M. «Dios y el cerebro. Una perspectiva judía». Actas Españolas de Psiquiatría. 40 (2012), p. 52-59.

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