En relación a la decisión ¿Ser científico y creyente a la vez? esta es una opinión de José Maria Garrido Luceño

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Esta es la opinión del experto

Este autor reflexiona como la ciencia puede describir algo de la realidad pero no puede explicar la realidad en sí, en toda su plenitud. De esta forma la búsqueda dela verdad lleva a algunos científicos a pasar de la ciencia a la metafísica, llegando algunos a tener una visión mística del mundo.

José Mª Garrido Luceño apuntará que es en el siglo XX cuando grandes físicos han realizado el giro hacia una ciencia abierta a los valores humanos trascendentes.
 
Este giro empieza por una preocupación sobre los fundamentos y los métodos científicos. Einstein, Heisenberg, Schrödinger, Jeans, Planck, Pauli, Eddington y otros llegan a la conclusión de que su investigación científica con sus instrumentos materiales y sus fórmulas simbólicas, interpone un espacio sospechosamente deformante entre el investigador y aquello que se investiga. Esto les lleva a barruntar que sólo captan la apariencia de la realidad, no la realidad misma. Piensan que sólo captan las sombras proyectadas en el muro de la caverna, no la realidad proyectora, la cual está fuera de la caverna.
 
Entonces, si la realidad está fuera, hay que salir de la fórmula científica en busca de la verdad. Esto lleva a los científicos a ir más allá de la ciencia, a ir a la metafísica. La razón físicomatemática tiene que cobrar consciencia de sus límites.
 
Y cita a Sir Arthur Eddington: «hoy en día se reconoce generalmente la naturaleza simbólica de la física y sus esquemas se formulan de tal forma, que resulta casi evidente por sí mismo el hecho de constituir un aspecto parcial de algo más amplio. No obstante, según los mismos físicos, la física no nos dice nada sobre ese “algo más amplio”». Y afirmará Garrido que fue precisamente esa incapacidad de la física la que condujo, paradójicamente, a tantos físicos a una visión mística del mundo, o sea, desean aprehender directa e inmediatamente la realidad, desean ir a la mística.
 
Y en ese sentido de aprehender la realidad en toda su globalidad cita al premio Nobel de física, Erwin Schrödinger: «El mundo es grande, magnífico y hermoso. Mi conocimiento científico de cuanto ha sucedido en él comprende cientos de millones de años. Sin embargo, visto desde otra perspectiva, todo eso se contiene en los setenta, ochenta o noventa años, que puedo tener garantizados (una motita de polvo en medio del tiempo inconmensurable, en medio incluso de los millones y miles de millones finitos de años, que he aprendido a medir y a determinar). ¿De dónde vengo y adónde voy? Esa es la gran cuestión insondable, la misma para cada uno de nosotros. La ciencia es incapaz de responderla».
 
Y concluye este autor que la física deja un espacio libre para el misterio, un espacio en el que resulta razonable no sólo que Dios existe, sino también que es amorosamente providente.
 
Fuente: Garrido Luceño, José Mª. «La providencia y el misterio del mal». Isidorianum 38 (2010), P. 289-326.

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