En relación a la decisión ¿Reducir el uso de sustancias tóxicas? esta es una opinión de José María Ordóñez Iriarte

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Esta es mi opinión de experto

La mayoría de las sustancias químicas y sus mezclas presentan propiedades tóxicas. La actual política de la Unión Europea propicia una clasificación y etiquetado de las mismas que aporta suficiente información para que el consumidor pueda hacer elecciones y usos de las mismas de forma responsable.

La producción mundial de sustancias químicas ha pasado de 1 millón de toneladas en el año 1930 a más de 400 millones de toneladas en la actualidad. La industria química es la tercera industria de transformación en importancia en Europa. Dichas sustancias son la base de la industria farmacéutica, automovilística y del transporte, textil, del mueble, de papelería, pinturas, ….
 
Posiblemente no podríamos entender la vida actual sin el uso de sustancias químicas: plásticos, plaguicidas, detergentes, jabones, cosméticos, aditivos alimentarios, medicamentos,….; todos ellos forman parte de nuestras vidas.
 
Quizá la familiaridad con la que convivimos con ellas, nos hace despreciar los riesgos inherentes a su exposición. Sin embargo, algunas sustancias afectan gravemente a la salud humana: el amianto causa cáncer de pulmón, el benceno provoca leucemia o el DDT tiene efectos neurólogicos. Una vez que se conocieron los efectos, se adoptaron medidas de prohibición o fueron sometidas a restricciones de su uso.
 
Hoy en día están emergiendo otros problemas vinculados a la exposición a sustancias químicas: las alergias y la alteración endocrina. Hay sustancias químicas que, en pequeñas concentraciones, son capaces de alterar el sistema endocrino, causando problemas de salud reproductiva (infertilidad, malformaciones congénitas), tumores y otras enfermedades en órganos hormono-dependientes (mama, próstata, testículo, tiroides), enfermedades metabólicas (diabetes, obesidad), enfermedades inmunológicas y alteraciones en el desarrollo del sistema neurológico, entre otras.
 
La Unión Europea, en la década de los 80 del siglo pasado, llevó a cabo un primer inventario de sustancias existentes y cuyo uso era relevante. Inventarió más de 100.000 sustancias químicas que eran usadas por los europeos, de las que 30.000 se comercializaban en cantidades superiores a 1 tonelada. Entre ellas había sustancias inocuas pero la gran mayoría eran sustancias que no habían tenido ningún tipo de evaluación de su toxicidad.
 
Desde entonces, y reforzados con la reciente normativa denominada REACH y CLP, la Unión Europea está obligando a los responsables de la puesta en el mercado de sustancias químicas a que las evalúen previamente para así autorizar o no su uso, y para aquéllas que se autoriza, envasar y etiquetar esas sustancias químicas y sus mezclas con unos símbolos (pictogramas) y unas frases (indicaciones de peligro y consejos de prudencia) según el sistema armonizado definido por Naciones Unidas. Todo ello permite al consumidor poder conocer los riesgos derivados del uso de estos productos y así adoptar decisiones responsables, como la de reducir su consumo en beneficio de sustancias menos tóxicas.

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