En relación a la decisión ¿Apoyar la reforma de la Constitución española? esta es una opinión de Jose Sánchez-Alarcos

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Esta es mi opinión de experto

Si, sin ningún género de duda aunque no necesariamente por los mismos motivos que utilizan muchos de los más favorables a la medida.

En su momento, la transición española fue considerada la maravilla política de su época; sin embargo, en la transición -y su resultante, la Constitución- se llegó a un conjunto de soluciones de compromiso que, con el tiempo, dejaron la carga del compromiso sin que pudieran en absoluto ser consideradas soluciones.
 
Por ejemplo, como producto de la época pareció que cualquiera que pudiera justificar (a veces simplemente alegar) haber estado en contra de Franco era merecedor por ese simple hecho de  una patente de demócrata. De esta forma, en lugar de exigir la democracia interna de los partidos políticos se dio entrada y carta de naturaleza democrática a algunos que, a juzgar por la obra escrita de sus fundadores, podían ser considerados abiertamente nazis y, cuando no, al menos no democráticos en absoluto.

 
Se pagaron precios como extender privilegios locales a cambio del apoyo a la Constitución; al final, los implicados no cumplirían con su parte relativa al apoyo pero se quedarían con un privilegio que ofende a cualquier idea de igualdad entre los españoles, proclamada en la propia Constitución. El miedo a un posible golpe militar llevó a establecer la monarquía como forma de Estado bajo la excusa de que la Corona era “garante de la unidad nacional” a pesar de sus clamorosos silencios cuando una parte de España amenaza con la secesión; sin embargo, sí se mantuvo la igualdad donde tal vez convenía haberla evitado o haberla establecido en otro nivel distinto: La creación de los diecisiete monstruos devoradores de recursos generando un costosísimo galimatías legislativo, funcionarial y de puestos de reparto entre afines a los partidos en el poder.
 
A casi cuarenta años de que la Constitución fuera promulgada, hay partes de la Constitución que simplemente no se cumplen, otras que han mostrado ser inútiles cuando no negativas y otras que nunca se llegaron a desarrollar quedando en meras declaraciones de intenciones.
 
Con esa perspectiva, son bastantes las preguntas legítimas que cualquiera con pasaporte español, tanto si le gusta como si le gustaría cambiarle el nombre, puede hacerse:
 
 

  1. ¿Qué aporta la Corona más allá de los reportajes en el Hola?
  2. ¿Es mejor el actual sistema autonómico que sus alternativas, una República Federal o un Estado completamente centralizado?
  3. ¿Es admisible que la división de poderes se haya convertido en papel mojado y que todo se reduzca a cuotas de poder entre los distintos partidos?
  4. ¿Respeta la actual ley electoral el principio de igualdad de los ciudadanos?
  5. ¿Es admisible que se utilicen idiomas locales como barreras étnicas para impedir el principio constitucional de libertad de residencia?
  6. ¿Son los partidos políticos democráticos?
  7. ¿Lo son los sindicatos? ¿Es legítima su financiación y es legítimo que a los mayoritarios se les otorgue por ley representatividad incluso donde no la tienen? ¿Por qué nunca se desarrolló la ley de huelga prevista en la Constitución?

 
La relación de preguntas se podría alargar bastante pero, sobre todo, la Constitución tiene que aportar un terreno común de partida sin que ese terreno común sea una especie de patio de Monipodio como lo fue en su momento y lo sigue siendo ahora.
 
Ese terreno común existe y la prueba puede encontrarse en las siete preguntas anteriores. Puesto que no he pretendido hacer una encuesta sino mostrar una posición, la propia pregunta puede mostrar claramente en cada una de ellas cuál es la posición de quien escribe estas líneas.
 
Sin embargo, estoy seguro de que muchas personas con un ideario político muy distinto coincidirían en las respuestas. Ésta sería la prueba de la existencia de un terreno común y de que el tiempo de la Constitución promulgada aunque dudosamente vigente en algunos de sus apartados y vilipendiada en otros ha pasado. En realidad, ni siquiera ha pasado; nunca debió tenerlo.

La Constitución debió haberse redactado de otra forma; lo único nuevo hoy es el carácter de urgencia de esa necesidad.

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