En relación a la decisión ¿Vivir sin religión? esta es una opinión de Josep Otón

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Esta es la opinión del experto

En la sociedad posmoderna se da un renovado interés por la dimensión espiritual y nuevas formas de vivir y sentir la religión mucho más subjetivas, en las que la globalización y el nuevo marco socioeconómico también influyen. Pero esta religiosidad  tiene el riesgo de ser superficial y desenraizada.

Desde finales del siglo XX el panorama religioso ha cambiado mucho. La fatiga del cristianismo europeo contrasta con el creciente interés despertado por la dimensión espiritual que muchos han definido como “reencantamiento del mundo”.
 
Emergen nuevas formas bastante individualizadas de vivir la religiosidad, en una posmodernidad que se articula alrededor de la diversidad, de la ausencia de un discurso unitario y del relativismo.
 
Tradicionalmente, la dimensión colectiva –estamento, gremio, clase social, nación, iglesia, sindicato o partido político- era a la vez el protagonista y el marco de la dinámica social. La razón de ser de cada grupo estaba asociada a un proyecto histórico. Ahora, en cambio, el centro de gravedad se ha desplazado del grupo al individuo que emerge como actor principal de una historia fragmentada en microrrelatos biográficos desvinculados de los grandes proyectos históricos.
 
Así el elemento comunitario pierde peso en un universo posmoderno en favor de un individuo que reivindica sus trazos diferenciales y de una globalización que tiende, a pesar de las apariencias, a homogeneizar la sociedad.
 
En momentos de cambios constantes ni el pasado, ni la tradición, ni el grupo aportan referentes sólidos. Entonces el sujeto, desde su solitud tiene que decidir el rumbo de su propia existencia. De esta forma su opción es una elección de consciencia individual, y no la transmisión cultural de una verdad revelada. De esta forma se produce una disociación entre fe y pertenencia.
 
Cada individuo escoge los mitos, símbolos, rituales o normas que más le convienen según sus preferencias o necesidades.
 
En definitiva, continua Otón, desprovistos de instituciones con capacidad de imponer definiciones y significados, los individuos se apropian de las creencias religiosas y las modelan a su gusto, personalizando la experiencia de creer, incluso discrepando abiertamente de los dogmas establecidos por las autoridades eclesiásticas de la confesión a la cual pertenecen.
 
Además, fruto de la globalización, si una religión quiere ser universal (o global) se tiene que esforzar por ser culturalmente neutra y abierta a un proceso de hibridación y mestizaje. En este sentido el sociólogo Oliver Roy califica de empobrecimiento a esta desconexión cultural del hecho religioso, tal como refleja el título de su libro: Santa ignorancia. El tiempo de la religión sin cultura.
 
Según Otón el reencantamiento del mundo, y por lo tanto de las nuevas espiritualidades, se puede interpretar desde diferentes puntos de vista:

  • Pervivencia del hecho religioso.
  • Síntoma de debilidad de la religión que es incapaz de afrontar los retos de la modernidad.
  • Brotes primaverales de una nueva manera de vivir lo sagrado más en sintonía de las coordenadas culturales de la sociedad emergente.

 
Lo que sí está claro es que en la actualidad se da un retorno a la interioridad muy subjetivista, que en opinión de este autor, a menudo evita la confrontación con la objetividad externa. Así mismo, afirma Otón, esto es especialmente peligroso en la dimensión social del fenómeno religioso, pero también en la incapacidad para discernir en el mundo espiritual aquello que es producto de nuestro psiquismo, sobretodo del inconsciente, de aquello que es espiritual, y por lo tanto, vinculado con Aquel que es el Totalmente Otro.
 
Fuente: Otón, Josep. «L’espiritualitat en temps posmoderns». VIA. Valores, Ideas, Actitudes. 18:4 (2012), p. 19-40. 

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