En relación a la decisión ¿Cuidar al cuidador? esta es una opinión de Lluïsa Etxeberria Azkune

Sí

• Lluïsa Etxeberria Azkune
• Psicóloga. Psicoterapeuta

Esta es mi opinión de experto

El encorsetamiento económico actual está dificultando hacerse cargo de los cuidadores (veladores, asistentes a domicilio, etc.), a familiares y voluntarios que dedican las horas o viven al lado de alguien necesitado de ayuda permanente. Cuando la mayor parte de la labor recae en una sola persona, ello representa una gran responsabilidad y, a menudo, se llega a acumular un desgaste físico y emocional tan considerable que resulta abrumador e insostenible. Si la autoexigencia se instala, la tarea de cuidar se convierte en una carga tal que se transforma en queja, por cansancio, por desprotección, por desánimo… Consiguientemente, el cuidador puede quedar debilitado para llevar a cabo su ocupación.
 
Cuidar precisa del “binomio” ser cuidado.  Y quién cuida de los que cuidan? Las lagunas existentes y la precariedad de algunos servicios básicos son obvias, por lo ingente de las demandas o por tantos factores externos e internos asociados a las dificultades.  Cuando esto ocurre, puede que urja, en algunas situaciones y contextos, tomar conciencia de la realidad y atender las necesidades del “trípode integrado” que es cuidar-cuidarse-ser cuidado, ejercitando otras posibles maneras de cuidarse y cuidar, desde la perspectiva del cuidador “activo e implicado”, aun cuando le exija un esfuerzo añadido. Así:
 
1) saber la cantidad y la cualidad de malestar que puede soportar cada uno, como cuidador;

2) explorar cuál es el interés de la persona necesitada de apoyo, cuándo es el momento, el tipo de cuidado que requiere y que es capaz de permitir, sin perder de vista el objetivo previo: si será posible o no conseguir una mejora, un aumento de su autonomía, con la idea de acabar o disminuir la labor y no pasar de una situación eventual de cuidado a otra de mayor dependencia, por la dificultad de perder los beneficios secundarios que el ser cuidado conlleva, en algunos casos;
 
3) poder discriminar las dificultades propias del cuidador diferenciándolas de las que pertenecen a la persona a cuidar, es decir, entender que las dificultades no son solamente del otro; y asesorarse para comprender qué realidad es susceptible de ser modificada en ambas partes;
 
4) y siempre revisar, reflexionar, humanizarse y humanizar la tarea para acompañar en el sufrimiento.