En relación a la decisión Emociones, ¿valorarlas al tomar decisiones? esta es una opinión de Lluïsa Etxeberria Azkune

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Esta es mi opinión de experto

Las emociones han estado poco reconocidas, por irrelevantes. Hacíamos verdaderos esfuerzos en controlar los sentimientos. Actualmente, más conscientes de que vivimos inmersos en las emociones, estimular la inteligencia vinculada a las emociones tiene enorme importancia a la hora de tomar decisiones.

Una emoción se genera cuando nuestro cuerpo recibe algún estímulo. Después, al tomar conciencia de la sensación, la emoción se convierte en sentimiento. Se vivencia desde la propia subjetividad y depende también de  experiencias anteriores, de aprendizajes, del carácter y de la situación concreta de cada cual. Dos personas que vivan una misma experiencia, pueden percibir una misma emoción, pero puede ser que no tengan el mismo sentimiento, ´de acuerdo con su particular  emocionabilidad.
Sabemos que la experiencia de una emoción es la reacción a una situación, antes de disponerse para la acción –o la toma de decisiones-, y que esta reacción o respuesta está ligada a fuentes neuroquímicas, a sensaciones y percepciones, diferentes en cada individuo. Por eso, todo estado emocional se traduce en un repertorio de gestos, como son la postura física que adoptamos, la sintonía que transmitimos en la mirada, el tono que damos al diálogo o conversación, la manera de movernos en los quehaceres cotidianos, etc. Pero además las emociones indican estados internos subjetivos, motivaciones, deseos, necesidades e incluso objetivos; involucran las funciones cognitivas, el conjunto de actitudes, ideas y creencias que tengamos. Influyen, por tanto, en los compromisos que asumimos, en les decisiones que tomamos, desde las más intranscendentes a aquellas en las que ponemos en jaque todo lo que somos y los recursos de que disponemos.
De otra manera, también podemos decir que las decisiones están relacionadas con la emoción que predomina en cada momento, y por eso seguramente a menudo quedamos perplejos e incluso desorientados al constatar la velocidad con la que hemos de tomar partido por una u otra  decisión, y cómo en esa circunstancia circulan las emociones.  Respondemos utilizando  nuestro repertorio de reacciones –con las emociones que las acompañan-, y éstas son el motor que pone en marcha las conductas, los aprendizajes que vamos adquiriendo y, evidentemente, lo que  decidimos.
Nos conviene, pues, dar entidad y espacio propio a las emociones, a los sentimientos y a los afectos, y pensarlos. Así comprobamos cómo van modelando nuestra particular identidad en construcción, ya que su peso y valor conforman nuestras potencialidades y recursos, nuestros conocimientos y habilidades, nuestras relaciones interpersonales y la orientación de nuestras decisiones, enfrentándonos a los cambios necesarios, a lo largo de la vida. Y aprendemos de la experiencia.

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