En relación a la decisión ¿Tratar con fármacos la hiperactividad de los niños? esta es una opinión de Lluïsa Etxeberria Azkune

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Esta es mi opinión de experto

La tendencia a prescribir psicofármacos para minimizar o eliminar los síntomas del TDA-H necesita una revisión a fondo. El diagnóstico se ha sobredimensionado y se ha etiquetado como trastorno a medicar. En muchos niños se dan circunstancias a explorar y comprender para buscar otros remedios

 
De los niños diagnosticados de déficit de atención e hiperactividad (TDA/H) se dice: “se comportan interrumpiendo la clase, les conversaciones...; se mueven constantemente, actúan mediante impulsos descontrolados o con rechazo; la desatención es marcada”, etc. Algunos niños, etiquetados de  hiperactivos e incontinentes, están bombardeados per la publicitad y el consumo, atrapados per las nueves tecnologías, super-estimulados a hacer simultáneamente un montón de coses! A esto se añade que, a veces, están emocionalmente solos, sin acompañamiento, o habiéndose de mover en espacios reducidos…
 
Es importante explorar y ser cuidadosos con las señales manifiestas de la alteración del comportamiento del niño y buscar el sentido que los indicadores tienen en cada uno, no sobredimensionando reacciones que pueden ser normales o propias de su etapa evolutiva. También podemos sumar los factores ambientales, el contexto social en que se enmarca a menudo tanto la vida estresante de los niños como la de los adolescentes y adultos “hiperactivos”, expuestos constantemente a múltiples estímulos, siempre arriba y abajo, sin el tiempo necesario o previsto para cada actividad. Ello tiene repercusiones en el vínculo interpersonal, en mayor o menor grado.
 
Conviene recordar que los indicadores antes aludidos no conforman ninguna enfermedad crónica, sino que se expresan en cada niño según hayan sido les experiencias de los aprendizajes y de las relaciones. La etiología de cualquier trastorno es diversa y multifactorial, y por tanto requiere, en cada caso, la exploración a fondo de los diferentes factores (orgánicos, neurológicos, cognitivos, afectivos, de la personalidad, de les relaciones...), atender y comprender la persona en su singularidad y globalidad, de una manera integrada, incluyendo las vicisitudes de su particular biografía. Si no es así, es frecuente acabar haciendo interpretaciones o intervenciones erróneas, y mantener o empeorar el cuadro y la dinámica personal, familiar y escolar.
 
En mi opinión, esta manera de proceder nos permite orientar mejor y hacer el abordaje terapéutico de los niños supuestamente afectados, sin recurrir de entrada a la medicación que prescriben algunos profesionales. Buscar los recursos pedagógicos y/o psicológicos al alcance, acompañándolos con una presencia contenedora -familiar y del entorno- dialogante es esencial. Ello no solamente conduce a disminuir o frenar los comportamientos incontinentes sino también facilita un espacio físico, mental y afectivo más ajustado a sus necesidades. Así podemos aliviar, en lo posible, el sufrimiento personal latente que su comportamiento revela.  

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