En relación a la decisión ¿Amar a todas las personas? esta es una opinión de Marciano Vidal García

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Esta es la opinión del experto

Jesús introduce una ampliación decisiva en el concepto de «prójimo». Aunque en el judaísmo ya existían sensibilidades de signo universalista, sin embargo es al profeta de Nazaret a quien hay que atribuir la concepción plenamente universalista del significado de prójimo.

Marciano Vidal, en su artículo «El mensaje de Jesús sobre el amor», empieza por señalar como el núcleo del mensaje de Jesús sobre el amor está reflejado fundamentalmente en los pasajes evangélicos de Mc. 12, 28-34 y Mt 5, 43-48.
 
En ellos se encuentran las aportaciones específicas de Jesús sobre el amor:

  • articular el amor al prójimo con el amor a Dios;
  • extender el significado de prójimo hasta alcanzar a todas las personas, también a los enemigos.

 
Ya antes de Jesús el precepto del amor a Dios y el del amor al prójimo estaban formulados pero separadamente:

  • "Amarás a Yahvé tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu poder” (Dt 6, 5).
  • “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lev 19, 18).

 
En el judaísmo estos dos preceptos gozaban de elevada consideración. El precepto del amor a Dios (Dt 6, 5) formaba parte del shema, antigua confesión de fe monoteísta, que en tiempo de Jesús era recitada por todo judío piadoso diariamente por la mañana y al anochecer. También el precepto del amor al prójimo (Lev 19, 18) era considerado como un precepto fundamental.
 
Ahora bien, las innovaciones que introduce Jesús se pueden resumir en tres puntos:

  1. La unión interna e indisoluble de los dos preceptos: el amor a Dios y el amor al prójimo constituyen “una misma y única exigencia”.
  2. La reducción, perfectamente consciente, de toda la ley a este doble precepto fundamental: todas las exigencias pueden “colgarse” (como de un clavo) de este doble precepto.
  3. La interpretación universalista del amor al prójimo. Aunque ya existían atisbos de esa universalización tanto en el Antiguo Testamento (Lev 19, 34) como en el judaísmo (sobre todo, helenista), para la mentalidad de los oyentes de Jesús, el precepto de amar al prójimo sin limitación alguna, y de ayudar a todo el que padece necesidad, aunque sea un enemigo del Israel (parábola del Samaritano), era ciertamente una exigencia que no se oía ordinariamente.

 
Radicalización del amor al prójimo: el amor a los enemigos (Mt 5, 43-48)
 
Conviene subrayar que en el concepto de “prójimo” Jesús introdujo una ampliación decisiva. Aunque en el judaísmo existieron sensibilidades de signo universalista que pudieron servir de base a la propuesta de Jesús, sin embargo, es al profeta de Nazaret a quien hay que atribuir la concepción plenamente universalista del significado de prójimo.
 
La exigencia de amar al “enemigo” es una consecuencia y una progresión en esa dinámica de concepción universalista del prójimo.
 
Lucas lo ha puesto de relieve al trasmitir la regla de oro dentro de un contexto en que el significado universalista de esa norma está vinculado al amor a los enemigos – ("Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos" (Lc 6, 31) –.
 
Es también Lucas quien nos trasmite una innovación decisiva en el concepto de “prójimo”. Lo hace mediante la parábola del samaritano, la cual constituye un desarrollo del precepto del amor (Lc 10, 29-37). En ella se establece una inversión en el significado de prójimo (“¿quién es mi prójimo?”: v. 29): las personas no son prójimos; las acciones de amor son las que hacen que las personas se conviertan en prójimos. Por lo demás, en la parábola queda patente que el amor al prójimo se extiende fuera del ámbito propio ya que los mismos extranjeros pueden ser sujetos activos de ese amor.
 
La innovación evangélica en el concepto de “prójimo” –innovación en la extensión (“enemigo” y “extranjero”) e innovación en la profundidad (“¿para quién soy yo prójimo?”)– conduce connaturalmente a la afirmación de que el amor predicado por Jesús encuentra su realización preferente en los desclasados y marginados. Éstos son destinatarios preferentes de la relación dilectiva de Jesús (cf. Lc 7, 34; 18, 11; Mt 21, 31) y son, también, sujetos activos de esa forma de amor revelada por el Maestro (Lc 7, 44-47; 19, 8).
 
Fuente: Vidal, Marciano. «El mensaje de Jesús sobre el amor». Crítica, 966 (2010), p. 66-71.

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