En relación a la decisión ¿Promover el uso de gasolinas sin plomo para proteger la salud infantil? esta es una opinión de José María Ordóñez Iriarte

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Esta es mi opinión de experto

Los efectos neurológicos del plomo, a bajas dosis, son los más graves ya que pueden provocar retraso cognitivo e intelectual en los niños. En los países que prohibieron el uso del plomo en las gasolinas, han disminuido los niveles de plomo en sangre de los niños, mejorando así su salud infantil.

El plomo es un metal ubicuo y versátil cuyo uso se remonta a los tiempos prehistóricos y por ello también tempranamente fueron descritas las primeras intoxicaciones por exposición al mismo. Los niveles ambientales del plomo han aumentado más de mil veces durante los tres últimos siglos como consecuencia de la actividad humana. El mayor incremento ocurrió entre los años 1950 y 2000 por el uso de la gasolina con plomo.

Numerosos estudios señalan que los niveles de plomo en sangre son mayores en los habitantes de áreas urbanas que en los que viven en zonas rurales, dando a entender que el elemento que contribuye a esta exposición es el tráfico rodado, que algunos estudios señalan como la mayor fuente de exposición.

El grupo de población más susceptible a los efectos tóxicos del plomo son los niños debido a que absorben más el plomo, tanto a nivel digestivo como a nivel respiratorio y también retienen una mayor cantidad del plomo absorbido. Por otro lado, la infancia es la etapa del desarrollo más vulnerable ante los efectos del plomo, especialmente respecto al sistema nervioso. Asimismo, las condiciones de insuficiencia nutricional, tan frecuente en las poblaciones infantiles de bajo nivel socioeconómico en los países en vías de desarrollo, son elementos favorecedores en tales grupos de una absorción digestiva aumentada del plomo, así como de una mayor retención de éste por el organismo.

Desde los ya clásicos estudios de McMichael, Needelman, Landrigan y Bellinger se sabe que, y esto es lo relevante, cualquier cantidad que sea absorbida por el organismo resulta nociva para la salud humana, con especial relevancia en los niños. Entre los efectos negativos, ampliamente recogidos en la literatura científica, se encuentran los producidos sobre el desarrollo de la línea roja hemática, riñones, sistema cardiovascular y aparato reproductor.

La capacidad del plomo de provocar efectos neurológicos es una de las afectaciones que son consideradas como más graves, ya que generarían retraso cognitivo e intelectual, que puede medirse en forma de reducción de puntos de cociente intelectual (CI) y alteraciones de la conducta, lo que a su vez provocaría niños hiperactivos y con carácter violento. Además estas afectaciones podían empezar a generarse en el propio feto a través de la madre.

Los efectos tóxicos del plomo son independientes de la vía de exposición a través de la que tienen lugar. Lo que importa no es tanto la concentración de plomo en los compartimentos ambientales como la concentración de plomo en sangre, es decir, la dosis absorbida. Por ello se utiliza como medida los niveles de plomo en sangre sabiendo que la mayor parte del plomo está unido a las proteínas de los eritrocitos y que la pequeña fracción que queda libre en el plasma es la considerada biológicamente activa (con capacidad de cruzar la barrera placentaria y hematoencefálica) y que es la que contribuye a la intoxicación inmediata. El nivel de plomo en sangre refleja biocinéticamente tanto el grado de las exposiciones a plomo relativamente recientes, como la fracción toxicológicamente activa de la carga total de plomo en el organismo, al
menos en condiciones estables.

Los Center for Diseases Control and Prevention (CDC) de los Estados Unidos de América establecieron, en el año 1991, el nivel de 10 μg/dL como el nivel de intervención, nivel que ha sido cuestionado; actualmente este organismo está valorando en bajarlo a 5 μg/dL.

No obstante, cuando los CDC establecieron el valor de 10 μg/dL, lo hicieron con el criterio de que a partir de ese valor era necesario adoptar medidas de prevención con carácter urgente; por ello, reconocen los CDC, se ha producido una mala interpretación en el sentido de que se ha considerado que el valor de 10 μg/dL era un umbral toxicológico por debajo del cual no había implicaciones en salud para los niños, lo cual, como ahora se sabe, no es cierto: se encuentran efectos incluso por debajo de los 5 μg/dL.

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