En relación a la decisión ¿Ser feliz con lo que soy? esta es una opinión de Lluïsa Etxeberria Azkune

Imagen de Lluïsa Etxeberria Azkune

Esta es mi opinión de experto

Ser feliz con lo que soy representa saber bien quién soy y cómo soy. Tarea de toda la vida.  “Estar bien con uno mismo” no se improvisa, requiere un trabajo propio, mental y emocional; es un proceso personal y activo, en un continuum de lo que vivo, en conexión interna y en relación con los otros.

Conocerse es un primer paso , nada fácil ni simple, pues además de los puntos ciegos que tenemos acerca de nosotros mismos, a menudo estamos dominados en mayor o menor grado por supuestos saberes previos que nos dificultan la recepción de un nuevo saber, más al lado de lo que soy, pienso, siento y hago en la vida cotidiana.
 
“Ser feliz con lo que soy” también comporta dolor o pesar. A veces la realidad interna o la externa nos desorganiza y nos desinfla, enturbiando ese “ser feliz” y complicando las relaciones con los otros, sobre todo cuando algunos sentimientos desagradables nos invaden y son vividos desde nuestra subjetividad como experiencias difíciles de soportar.
 
Suele ayudar pensar que el conflicto y las tensiones son inherentes a nuestro vivir y nunca los aceptamos ni nos aceptamos del todo.  Ello nos puede llevar a no banalizar ni menos absolutizar  o querer mantener a ultranza, por un lado, esa felicidad que viene de sentir “lo que soy” y, por otro lado, sí a sostener la felicidad relativa o parcial que experimentamos cuando algo interno o externo nos desestabiliza en la vivencia de este sentimiento.
 
Estimular la actitud comprensiva y conciliadora nos permite integrar recursos y limitaciones y poder “ser feliz con lo que soy”. Si además, conscientes  de que la inestabilidad es la base de nuestro desarrollo, nos ejercitarnos en conocernos y reconocernos mejor y en oxigenar los sentimientos desagradables que se entrecruzan, ello nos conduce a aceptar lo que somos de una manera más estable y feliz.
 
 

Comentarios
Imagen de Juan Malpartida
Lunes, 16 de Diciembre de 2013 a las 12:24

Lo que somos tiene que ver con lo que hacemos, como bien señala Lluïsa Etxeberría, no sólo con una noción susbtancialista de ser, como si pudiera darse al margen de las decisiones y actuaciones de nuestra vida diaria. Hay gente que se siente muy bien en su propia piel, como suele decirse, y otras que andan siempre peleando con su relación con los demás y consigo misma. Ser feliz es algo un poco raro. He conocido a alguna persona, a lo largo de mi vida, que decía y parecía ser feliz casi siempre, pero la verdad es que en todos los casos eran bobas. Una cierta circularidad. Hay un estado de acuerdo consigo mismo, que suele darse por aceptación de nuestras contradicciones y por un acuerdo básico con el mundo. "Entre tú y el mundo, elije el mundo", escribió Kafka. Porque si no -añado- te puedes despertar como una cucaracha, sin semejanza. El otro no es un enemigo. Esto es algo que no aceptamos fácilmente. Todo no es posible, hay que negociar con lo que hay... Por aquí comienza una cierta felicidad, un cierto placer en el acuerdo. Si somos capaces de desear lo que tenemos (no tanto lo que somos), es decir, lo que nos ofrece nuestras circunstancias, sin duda nos será más fácil obtener lo que deseamos. Pero el ser humano es, también, el que desea lo que no existe, lo que no es fácil, lo que apenas vislumbramos. Al fin y al cabo, eso somos: seres que nos hacemos, en alguna medida, por la imaginación, por la creatividad radical que nos define. La felicidad es siempre momentánea.

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