En relación a la decisión ¿Ser sacerdote? esta es una opinión de Miguel Segura Ramón

Imagen de Miguel Segura Ramón

Esta es mi opinión de experto

¿Cómo acertar en esta decisión? Ante todo hay que entender que la respuesta a Dios es el tercer y último elemento constitutivo de la vocación y representa el don de sí mismo a Dios. El "Sí", nace de la generosidad, pero depende de 1) la vocación y 2) las cualidades.
Se detallan aquí:

1. La llamada. Tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento, descubrimos que en el origen de cada vocación auténtica está en Dios que elige e invita a seguirle personalmente. Aunque lo hace de modos muy diversos, lo que está claro es que quien llama es Él. Éste es el sentido más profundo de la palabra vocación, que significa “llamada”. En el Evangelio vemos cómo Cristo pasa junto a personas normales y les llama directamente: “Ven, sígueme”. Invita a seguirle a quienes luego serán discípulos suyos. En realidad la iniciativa parte de Él, del Maestro, y por eso la “llamada” o “vocación” no es una predisposición natural o una inclinación de la persona solamente, sino ante todo se trata de un don de predilección. Por ello este don de Dios no responde a méritos especiales, sino que responde a una providencia, a un plan, presente en la mente y en el corazón de Dios.
 
2. Las cualidades Dios no llama a una persona sin dotarlo de los elementos que le hacen apto para seguir su camino. Dones, habilidades, capacidades personales… en el Evangelio se llaman "talentos". Son en realidad un regalo que Dios te da por amor, haciéndote capaz de amar de una manera particular, y dándote así la capacidad de responder con la confianza necesaria para hacerlo plenamente. Estas cualidades dadas por Dios son físicas, caracterológicas, morales y espirituales. Los dones de Dios se encuentran en todos los ámbitos de la persona y, con el tiempo, están destinados a crecer y madurar. El director espiritual debe ayudar a identificar estas cualidades y, en cierto sentido, echar luz en el ámbito personal del que se siente llamado para que la vocación (llamada) no se quede en mera posibilidad. En realidad estas cualidades también se pueden “enterrar” (como hace uno de los personajes del evangelio citado) y hacer queden estériles: el egoísmo y la pereza son la cal viva que quema el terreno. La buena semilla muere y el fruto no madura, es más: nunca crecerá. Sin embargo también hay que tener en cuenta que la formación puede, con un buen método y con el tiempo, hacer madurar mucho unas cualidades que a primera vista parecían dar pocas garantías. Nadie nace “hecho” del todo, pero todos tenemos que dedicarnos con alegría y una buena dosis de madurez al trabajo de nuestra mejoría y transformación. En el caso de que se descubran los dos elementos anteriores: la vocación y las cualidades, podemos pasar al siguiente paso: la decisión personal, la respuesta.
 
3. La respuesta. Mientras el primer elemento (llamada) depende totalmente de la Voluntad de Dios y el segundo (cualidades) depende de un don hecho por Dios y de la buena voluntad personal para corresponder a este don, este último aspecto depende sobre todo de la generosidad personal. El encuentro con “el joven rico” en Mc 10,17 así nos lo confirma. A veces algunas circunstancias pueden influenciar o incluso ser determinantes para tu respuesta, pero hay que recordar bien que el primer interesado de que la vida llegue a buen puerto y exactamente a la meta para la que Él nos creó con infinito amor… es Dios. De aquí la grandísima esperanza y confianza en Él, ya que es con su ayuda con la que cumpliremos la misión que nos confía. Dios está siempre de nuestra parte. Es el primero en creer y apostar por nosotros. Por lo tanto, la decisión de seguirle, no debe ser angustiosa, sino que puedes estar seguro de que te dará todas las gracias que necesitas para responderle con un decidido y confiado “sí”.
 
Existiendo la llamada y las cualidades, la decisión de seguirle sólo puede estar iluminada por una profunda alegría. CONCLUSIÓN: Esta decisión requiere un tiempo de discernimento. Para ello, con un buen consejero o director espiritual discierne si tienes la llamada y las cualidades. Haz una experiencia en buen buen seminario o convento, ora y participa en un curso de discernimiento. Es el mejor modo para acertar en la hora de tomar la decisión de ser, o no, sacerdote .

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