En relación a la decisión ¿Transmitir mis creencias religiosas a mis hijos? esta es una opinión de Patro Gabaldón

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Esta es la opinión del experto

No transmitir nuestros valores religiosos a los hijos es como negarles la comida y pedirles que sean ellos quienes decidan lo que han de comer. Si la religión es parte importante de la vida de los padres, los hijos deben de ser partícipes de esta realidad.

Patro Gabaldón se propone responder a la cuestión: ¿Debemos trasmitir a los hijos nuestras creencias religiosas? Ella reconoce que hoy está muy bien visto evitar que nuestros hijos tengan una formación en creencias religiosas, pues parece corresponder a una "forma independiente y crítica de pensar".
 
Sin embargo, afirma que no hay nada más lejos de la realidad. Explica que los padres son las personas más influyentes para sus hijos en todos los aspectos de su vida, y que por lo tanto los efectos de enseñar una religión pueden ser tan significativos como no hacerlo.
 
Gabaldón se plantea: "Si nosotros tenemos fe y esperanza ¿es realmente bueno renunciar a ofrecer una educación religiosa a nuestro hijo, en pro de su libertad de elección?" Ella cree que no, pues no transmitir nuestros propios valores religiosos a nuestros hijos es como negarles la comida y pedirles que sean ellos quienes decidan los alimentos que han de comer.
 
Y afirma: "Los valores religiosos nos ayudan a definir qué es bueno y cómo podemos ser felices... Si bien hay que respetar las propias decisiones de los hijos, cuando éstos son lo suficientemente mayores para discernir, la influencia de los padres es importantísima a la hora de poner las bases y moldear la personalidad de los niños. Los valores humanos, el derecho natural y el buen comportamiento que trasmiten la mayoría de creencias religiosas, son altamente educativos."
 
Patro Gabaldón nota que "diversos estudios sociológicos y antropológicos demuestran que las personas religiosas son más felices, más estables y mejor integradas en sociedad" y que hay indicios de que "el cerebro humano hubiera evolucionado naturalmente para que seamos religiosos." Por eso, para ella, no hay razones para "negar a nuestros hijos lo que es natural y, objetivamente, les ayudará a ser más felices."
 
Por lo demás, Gabaldón distingue entre la transmisión de creencias y la imposición de prácticas religiosas: "A lo que debemos poner objeción, a mi parecer, es a obligarles a realizar prácticas religiosas que requieren compromisos personales que deban asumirse desde una madurez que ahora no tienen. En eso, estoy de acuerdo en que seamos cautos y respetuosos."
 
Concluye recomendando a los padres que hagan que sus hijos participen de la religión: "Ahora bien, si la religión es parte importante de nuestra vida, hagamos a nuestros hijos partícipes de esta realidad; ellos la irán moldeando en su espíritu, hasta la llegada de la madurez necesaria para tener su propia vivencia personal."

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