En relación a la decisión ¿Valorar los aspectos culturales de países de Oriente? esta es una opinión de Amin Maalouf

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Esta es la opinión del experto

El experto recuerda que durante siglos Occidente desde una visión colonialista no ha valorado los aportes de Oriente y esto hasta el día de hoy puede tener consecuencias de rechazo en las personas de países colonizados.

Según el experto es fácil imaginar lo que han podido sentir los diversos pueblos no occidentales para  los que, desde hace ya muchas generaciones, cada paso que dan en su existencia, está acompañado por un sentimiento de capitulación y de negación de sí mismos ante otros pueblos conquistadores.

Maalouf pone como ejemplo lo que está sucediendo en Francia con los efectos de las migraciones trasnacionales. El experto narra que desde hace algunos años en Francia, entre sus amigos más próximos, se ve una cierta tendencia a considerar la mundialización como una especie de “plaga”.  “Ya no hablan tan maravillados de la “aldea global”, y se apasionan sólo moderadamente con Internet y los últimos avances de las comunicaciones”, enfatiza.

El experto coloca este ejemplo para evidenciar, a su juicio, de qué manera incluso en Occidente, incluso en un país desarrollado que se supone que se posee una cultura más abierta y universalmente respetada, la modernización se hace “sospechosa”, sobre todo, desde el momento en que se percibe a la cultura extranjera como un caballo de Troya.

Dice además que los países no occidentales han tenido que asumir, a regañadientes a veces, la valoración que desde occidente se hacía de su técnica o de su producción.  “Han tenido que reconocer que su técnica estaba superada, que todo lo que producían no valía nada en comparación con lo que se producía en occidente, que seguir practicando la medicina tradicional era muestra de superstición, que su poderío militar no era más que un recuerdo del pasado, que sus grandes hombres a los que habían aprendido a venerar, los grandes poetas, los sabios, no significaban nada para el resto del mundo, que su religión era sospechosa de barbarie, que sólo unos cuantos especialistas estudiaban ya su lengua, mientras que ellos tenían que estudiar las lenguas de los demás si querían sobrevivir, trabajar y mantenerse en contacto con el resto de la humanidad”, puntualiza.

Si en cada paso que dan los pueblos no occidentales en la vida, chocan con una decepción, una desilusión, una humillación, se pregunta Maalouf: “¿Cómo no van a tener la personalidad magullada? ¿Cómo no  van a sentir que su identidad está amenazada? ¿Cómo no van a tener la sensación de que viven en un mundo que les pertenece a los otros, que obedece a unas normas dictadas por otros, un mundo en el que ellos tienen algo de huérfanos, de extranjeros, de intrusos, de parias? ¿Cómo evitar que algunos tengan la impresión de que lo han perdido todo, de que ya no tienen nada que perder, y  lleguen a desear, al modo se Sansón, que el edificio se derrumbe, ¡Oh, Señor!, sobre ellos y sus enemigos?”, enfatiza.

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