En relación a la decisión ¿Creer en los milagros? esta es una opinión de Wolfgang Beinert

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Esta es la opinión del experto

La cuestión sobre si los milagros acontecieron realmente, si fueron acciones sobrenaturales de Dios o si se pueden explicar por un proceso causal natural no es la cuestión central. Los milagros son momentos de un diálogo personal entre Dios y el hombre.

Wolfgang Beinert explica que un milagro es la intervención inesperada del Dios trascendente en el proceso causal natural, directamente o por medio de un taumaturgo.

Respecto a las narraciones milagrosas del Nuevo Testamento y sobre todo del Antigua Testamento, los exegetas coinciden en que no todas son consideradas históricas. Por otro lado, observa como también nos hemos ido haciendo precavidos ante tales relatos. La mayoría podríamos explicarlos naturalmente porque conocemos mejor la naturaleza.

Ahora bien, si en los evangelios prescindimos de los milagros del Jesús histórico, queda poca cosa. Apenas los relatos de la pasión están libres de milagros, pero acaban en el milagro de Pascua. Jesús fue claramente un taumaturgo: la comunidad primitiva estaba convencida de que esta cualidad era parte irrenunciable de su figura y de su misión.

En los milagros se da la reposición de una situación anterior: salud, vida, calma del viento, satisfacción del apetito, mientras que el milagro de la Pascua es el inicio de una nueva existencia en otro plano.

A pesar de que los exegetas coinciden en que Jesús realizó acciones milagrosas las preguntas subsisten: ¿qué hemos de pensar hoy de los milagros auténticos de Jesús? ¿Eran realmente acciones sobrenaturales de Dios?

Para esbozar una respuesta, este teólogo analiza el relato de la curación del paralítico (Mc 2,1-12; cfr. Mt 9,1-8; Lc 5,17-26). Esta curación se podría explicar por la acción de Dios (por medio del taumaturgo), o porque Jesús cura una enfermedad psicosomática quitando las cadenas psíquicas, diagnosticadas como “falta de fe” y “pecado”. En tal caso ya no habría milagro, sino algo extraordinario. Sin embargo, concluye Beinert, Marcos, partiendo de nuestro actual nivel de conocimiento, nos diría: “cierto, es posible, pero no habéis entendido nada de lo que sucedió”.

Hay tener en cuenta que en el Nuevo Testamento todo gira en torno a la fe:

  • la fe es el presupuesto en enfermos y auxiliares
  • la fe de los hombres es también presupuesto de la actuación del taumaturgo mismo. Jesús no dispone arbitrariamente del poder de sanar, sino que depende de la fe tanto del paciente como de los testigos
  • según el final del evangelio de Juan, la finalidad de la narración de los milagros es suscitar la fe.

Conviene remarcar que en la narración del milagro siempre hay tres participantes:

  • el taumaturgo (Jesús)
  • el “objeto” de la acción milagrosa (el paralítico)
  • el público (los testigos oculares, los lectores del textode Marcos, es decir, nosotros).

Lo que ocurre es que en el caso de los milagros, no estamos ante un proceso lineal, sino ante un círculo de comunicación. Dios es el “emisor” que lanza un mensaje (la curación inesperada, el “milagro”) con el fin llevar a los hombres (los “receptores”), por medio de este “signo”, a la salvación. El círculo se cierra cuando el hombre se dirige a Dios en su fe.

Lo que Dios pretende es la salvación de los hombres en la fe y los milagros son, sobre todo, momentos en un diálogo personal. Y ahí tienen su función de signo. Ilustran el mensaje que ha de pasar de persona (Dios) a persona (hombre).

Los relatos de milagros de los evangelios están completamente al servicio de la fe: de su transmisión, de su testimonio y de su despertar.

El milagro es funcional. Suscita admiración para dirigir la atención al milagro de los milagros: que Dios nos ama. Esto sí que es en realidad, lógica y racionalmente, inexplicable. Pensemos en el mal en el mundo y en la culpa de los hombres, de todos.

¿Existen los milagros? Existen y son infinitos: cuando algo nos remite a Dios o experimentamos su presencia; cuando en la oscuridad se hace la luz y la vemos; cuando se abre un camino y lo andamos; cuando se sacia el hambre de sentido; cuando las oleadas del mal parecen hundirnos y, sin embargo, nos salvamos… entonces tienen lugar los milagros


Fuente: Beinert, Wolfgang. «¿Qué es un milagro?». Selecciones de Teología, 179 (2006), p. 219-229.

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