En algunas localidades el suelo edificable para viviendas es muy limitado en relación al no edificable. La escasez de oferta de suelo provoca un alto precio en el coste final de la vivienda. Pero liberalizar sin límites puede provocar un urbanismo insostenible.
Cuanto menor es el suelo o terreno calificado como urbanizable (edificable), mayor es su coste y mayor el coste de la vivienda para las personas. Y al contrario, cuanto más suelo es construible, menos dinero tienen que dedicar las personas a comprar la vivienda y pagar plazos de la hipoteca, pudiendo dedicarlo a consumir más o a ahorrar, con el consiguiente impacto positivo en el sistema económico en general.
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Un freno relacionado con esta medida puede la creencia de que, si se liberaliza el suelo, se pueden generar menores ingresos por impuestos. También la corrupción que rodea la especulación inmobiliaria es un freno al buen avance en este campo.
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Si se dispone de mayor cantidad de suelo, se puede desarrollar un urbanismo más horizontal -con viviendas individuales- que vertical en forma de edificios, con ventajas para la calidad de vida de las personas. Sin embargo, si se libera el suelo sin control y sin un buen urbanismo, se puede generar una sobreconstrucción o burbuja inmobiliaria y un daño medio ambiental difícilmente reparable.
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