Cuando nuestros hijos empiezan a pasar de niños a jóvenes, notamos de manera más intensa que tienen su propia personalidad y que, además, intentan marcarla y diferenciarla de la nuestra. Como padres debemos tomar la decisión de aceptar, o no, este hecho. En la adolescencia los hijos van construyendo su propia identidad que irá madurando progresivamente hacia su desarrollo personal. Esta identidad es autónoma de los padres, y establece unas nuevas relaciones con los padres, la familia, los amigos, ...
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Muchas veces los padres proyectan en sus hijos tantos deseos no realizados, y otras aspiraciones que dificultan mucho asumir la identidad concreta del hijo.
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El futuro de la relación con los hijos dependerá, en gran parte, de haber asumido o no el hecho que el hijo tiene su propia identidad y de aceptarla.