Somos diferentes. Es evidente que en el mundo hay diversidad y no podemos ser todos iguales. Por ello las identidades son también diferentes. Por eso muchos creen que es esa diferencia lo que las define. Pero otros afirman que podemos definir nuestra identidad sin hacer alusión a los otros. Los medios de comunicación, la globalización y algunas ideologías tienden a homogeneizar, al tiempo que los nacionalismos y muchos formas de desarrollar la pertenencia tienden a singularizar, a definir a unos por lo que los diferencia de los otros y, por lo tanto, singulares.
Pero los expertos alertan del riesgo que se corre con estas formas de identidad, por ser excluyentes y estigmatizantes. ¿Cómo, entonces, ha de entenderse la diferencia y la diversidad?
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Ideologías muy arraigadas como el nacionalismo, contextos como la actual crisis económica o el simple miedo a lo diferente y no conocido hacen que la gente tienda a construir su identidad por oposición a los Otros, en un juego de defensa y exclusión.
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Las identidades estáticas y esencialistas construidas del enfrentamiento entre un Nosotros y un los Otros son defensivas y dificultan la consideración de iguales entre personas de distinto origen, malogrando fácilmente la convivencia.
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Resulta imprescindible comprender, por un lado, que las identidades no son estáticas, sino dinámicas; y, por otro lado, que toda identidad nació en la historia de la mezcla culturas de diferentes identidades: entendernos a nosotros mismos como híbridos o productos de una mezcla nos llevaría a entender la diferencia y a construir nuestra identidad valorando la diversidad desde distintas ópticas.