Si creemos que la sociedad puede mejorar, podemos intentar cambiarla. Obviamente eso supone no actuar en solitario, sino unirse a otras personas que tengan los mismos objetivos, pues la unión de muchos tiene más peso que si están dispersos. Pero aún así surge la duda de si tenemos esa capacidad de cambio, por lo cual no tiene caso protestar contra una injusticia o luchar por una reivindicación ciudadana si nada ni nadie nos garantiza que podamos cambiar la situación. La decisión consiste en creer en unos objetivos y confiar en las estrategias propuestas.
Cada vez que se emprende una reivindicación social desde abajo, desde los ciudadanos, hay un gran fervor, pero también grandes dosis de incertidumbre acerca de dónde irá a parar la protesta, qué se conseguirá y qué no. Son muchas las acciones sociales que se emprende y queda en nada. ¿Han servido para algo?
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La incertidumbre sobre la consecución de los resultados frena muchas iniciativas, especialmente cuando no se asegura un gran apoyo popular. La apatía política y la falta de activismo por parte de muchos ciudadanos despolitizados dificulta el emprendimiento y el seguimiento de muchas acciones de cambio social.
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La movilización despierta conciencias, sensibiliza corazones y aporta argumentos a los ciudadanos sobre problemas que les afectan en mayor o menor grado, incluso cuando la acción social emprendida no logra sus objetivos.
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Toda acción social es una forma de comunicación, dirigida normalmente al poder económico o político, aquel que tiene capacidad de aplicar cambios estructurales. Como acto comunicativo, necesita de la más amplia difusión para extender la reivindicación al mayor número de ciudadanos.
6 opiniones argumentadas
- Franc Tangerino
- Nada, no es importante. Soy Español
- Alfonso López González
- Idealista
- Martí Olivella
- Licenciado Ciencias Comunicación
- Pere Ortega
- Licenciado en historia
- ALFONSO ROGERO ANAYA
- Jubilado con experiencia en el ámbito psicoeducativo