Es habitual que pidamos a los periodistas que sean objetivos, pero la objetividad absoluta es imposible. Eso sí, se les puede exigir que sean neutrales o imparciales, colocando en lo posible los hechos y datos por separado de sus posibles opiniones.
La labor de informar es un servicio importante a la sociedad. Es honesto señalar en qué marco ideológico se mueve una persona, pero intentando dar elementos para que los lectores se formen su opinión.
La deontología periodística exige al profesional que no cese en su búsqueda de la verdad de la información que da. Eso le obliga a un seguimiento de los datos más veraces y de todas las posiciones posibles. Sin embargo, un periodista no es sólo un notario de la realidad, también nos la interpreta y, en ese sentido, interpretará siempre desde sus propias posiciones políticas, ideológicas e incluso morales. De hecho, los consumidores no leemos cualquier periódico, sino el que es más afín a nuestra forma de pensar. Entonces, ¿debemos pedir al periodista que sea neutral o sólo que no tergiverse la realidad interesadamente?
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La neutralidad peridística es muy difícil de conseguir, si no imposible. Los periodistas no sólo tienen su propia forma de ver el mundo, como cualquier persona, que condiciona su inerpretación de los hechos y la forma de relatarlos, sino que trabajan para medios de comunicación y empresas que mantienen una línea editorial que también condiciona esa forma y ver y de contar las noticias.
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Si todos los periodistas y medios de comuniaciín fueran neutrales, ¿tendría sentido que existieran, por ejemplo, diferentes periódicos?
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La exigencia profesional y ética a los periodistas ha de pasar por la fidelidad a los hechos y por una interpretación bien intencionada.
Rosa Pascual García 