El sufrimiento provocado por el deterioro de la relación de pareja hace que, a veces, utilicemos a los niños bien como intermediarios para intentar un nuevo acercamiento a la expareja o, por el contrario, como arma arrojadiza que provoca un enorme daño a nuestra expareja y a los propios hijos.
Debemos pensar si esta forma de actuar nos causa algún bien a nosotros mismos y, sobre todo, si a los niños esto les beneficia o perjudica, si se van a sentir en medio de la relación de sus padres y, por tanto, les obligamos a tomar partido por uno u otro.
Siempre debemos tener en mente el bienestar de los niños, anteponerlo al nuestro, pues son la parte más débil de la familia, son fácilmente influenciables, manipulables y el daño que les hagamos les puede llegar a dejar secuelas para el resto de su vida.
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El sentimiento de que son demasiado frágiles para vivir conflictos de los adultos.
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Los hijos se pueden sentir en el ojo del huracán, desprotegidos, en vez de amparados y cuidados por los dos padres.
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Antes de hacerlo convendría que nos preguntásemos si debemos hacerlo e incluso consultar con familiares directos de nuestra confianza para que nos ayuden.
2 opiniones argumentadas
- Enrique Baca Baldomero
- Catedrático de Psiquiatría
- Isabel Winkels
- Abogada especializada en Derecho de Familia