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Esta es la opinión del experto

A partir de los años 80 hay un despertar de la conciencia ecológica y cultural así como de la necesidad de un desarrollo sostenible, y el turismo también se desenvuelve en esta línea. Empieza a haber una demanda de turismo cultural relacionado con el patrimonio y el ecoturismo.

Cultura y turismo no son dos esferas separadas, sino realidades que convergen en la vida cotidiana de numerosos actores. En primer lugar de los turistas que se desplazan hasta los destinos elegidos para pasar sus vacaciones y conocer una cultura diferente de la propia. En segundo lugar las personas que habitan el lugar de llegada, conscientes de que su diferencia cultural es un atractivo turístico. Por otro lado están las preocupaciones de los promotores turísticos y gobiernos de mantener el carácter auténtico de las “culturas” a través de la conservación de tradiciones, patrimonio, fiestas, rituales, gastronomía...
 
Pero en el actual contexto de globalización resulta obsoleto considerar “las culturas” como entidades autónomas, específicas y claramente definidas, pues se da un doble dinamismo: se tiende a la universalización cultural al mismo tiempo que se adquiere la conciencia de la identidad de grupo. En este contexto la cultura es entendida como un conjunto de recursos utilizables en beneficio de nuestra capacidad de adaptación.
 
Y el patrimonio cultural aparece en escena como el sustituto de la cultura y se convierte en el producto por excelencia.
 
El patrimonio está constituido por recursos que en principio se heredan y de los que se vive. El patrimonio está relacionado con la historia y por lo tanto nos vincula con el pasado. Es una utilización de la historia, un rescate de elementos del pasado desde el presente.
 
A partir de los años 80 hay un despertar de la conciencia ecológica y cultural así como de la necesidad de un desarrollo sostenible. Este hecho implica nuevas relaciones entre la actividad turística y el entorno natural y sociocultural de las comunidades receptoras. El turista empieza a ser un ciudadano preocupado por el medio ambiente e interesados por las culturas anfitrionas.
 
Así, se desarrolla la demanda de productos turísticos relacionados con el patrimonio, las culturas y el ecoturismo (en el patrimonio cultural se incluye elementos naturales, ya que el paisaje es una construcción sociocultural).
 
Los que proponen un nuevo producto turístico se esfuerzan para seguir las directrices de sostenibilidad, respecto cultural y autenticidad; y los destinos ya consolidados vinculados al turismo de sol y playa realizan ímprobos esfuerzos para adaptar y diversificar su oferta turística según los nuevos cánones.

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