En relación a la decisión ¿Creer que la felicidad existe? esta es una opinión de Arthur Schopenhauer

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Esta es la opinión del experto

Según el autor, la felicidad es un estado momentáneo que no podemos conseguir, no se puede perseguir, porque no existe. Sólo existe cuando la vemos en los demás.

La felicidad, dice el autor, está en la cabeza de aquellos que han estado influidos por novelas y poesías y que no se han encontrado de cara con la vida: “El joven se imagina que ese mundo que aún no ha visto está allí para que se disfrute de él, que es la morada de una felicidad positiva. Está fortificado en su creencia por las novelas y las poesías, y por esa hipocresía que ostenta el mundo dondequiera y siempre por las apariencias exteriores”.

Schopenhauer, pues, defiende la felicidad no como un cúmulo de disfrute y goce, sino como, simplemente, la ausencia de grandes dolores tanto físicos como morales. “El hombre más feliz es el que pasa la vida sin grandes dolores, tanto en lo moral como en lo físico, y no el que tiene de su parte las alegrías más vivas o los goces más intensos”. De hecho su filosofía defiende que la vida humana debe estar dedicada a evitar, en la mayor medida posible, los dolores, más que en encontrar los placeres: “El necio corre tras los placeres de la vida y encuentra una decepción; el sabio evita los males”.

Según el autor la felicidad se consigue a partir de la ausencia de dolor y de aburrimiento, todo lo demás son añadidos sin importancia: “No hay verdaderamente locura mayor que (…) perseguir goces y alegrías en vez de tratar de evitar la mayor suma posible de dolores.”

Cuando se alcanza la vejez la persona debe consolarse viendo y recordando todo el trabajo que durante su vida ha realizado, ya que la finalidad de ésta es que pase cuanto antes posible: “En la realidad la vida no es para que se disfrute de ella, sino para que se desentienda uno de ella lo antes posible”. Schopenhauer advierte, además, que no se debe confiar en los momentos en los que está libre de dolores, ya que éstos momentos son los que empujan a la persona a perseguir el engaño de la felicidad: “En los momentos en que estamos libres de dolores, deseos inquietos hacen brillar a nuestra vista las quimeras de una felicidad que no tiene existencia real y nos inducen a perseguirlas; con eso atraemos al dolor, que es indiscutiblemente real.”

A pesar de todo, el autor reconoce que se puede ser “feliz”, siempre teniendo en cuenta que esta felicidad está en el cerebro de los demás, y que nosotros, como personas individuales, no podemos encontrarla: “Lo que más que nada contribuye directamente a nuestra felicidad, es un humor jovial, porque esta buena cualidad encuentra inmediatamente su recompensa en sí misma. El que es alegre tiene siempre motivo para serlo, por lo mismo que lo es.” “Nada contribuye menos a la alegría que la riqueza, y nada contribuye más que la salud. Debiéramos dedicarnos, ante todo, a conservar este estado perfecto de salud”. Para eso “deben evitarse todos los excesos y desenfrenos, toda emoción violenta o penosa, así como toda satisfacción excesiva o muy prolongada.”

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