En relación a la decisión ¿Leer 'Sin fines de lucro', de Martha Nussbaum? esta es una opinión de Carmen Martínez González

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Esta es mi opinión de experto

Merece la pena leer la interesante tesis que desarrolla la autora, sobre la existencia de una "crisis silenciosa" que mutila el pensamiento crítico y la imaginación, relacionada con la tendencia universal a excluir las humanidades de todo tipo de educación.

Martha Nussbaum es una filósofa considerada entre las más relevantes de la actualidad, que concibe a los filósofos como “miembros de una comunidad que tienen la responsabilidad de hablar y de estructurar sus argumentos con claridad”. Cualidad que pone en práctica sorprendiendo gratamente al lector. Estudió teatro, filosofía y letras clásicas; trabajó con Amartya Sen (Nobel de Economía) en temas relacionados con el desarrollo y la ética, y obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 2012. Conviene conocer esa rica trayectoria porque la sabiduría es circular y Nussbaum consigue cerrar un círculo de conexiones entre filosofía, sociología, psicología, política y ética aplicada.
 
De Aristóteles a John Dewey, de Rousseau a Winnicott. Nussbaum desarrolla su tesis sobre la existencia de una crisis silenciosa (no por ello menos real) relacionada con la tendencia universal a excluir las humanidades y priorizar la técnica en todo tipo de educación. Una crisis que mutila el pensamiento crítico y la imaginación y construye ciudadanos con menos aptitudes para el pensamiento complejo, los juicios críticos, el bien común, la empatía y la compasión. Sostiene que las humanidades promueven una clase de racionalidad que no se mide por su rentabilidad económica, pero forja ciudadanos que piensan más allá del consumismo. John Dewey y Rousseau resume Nussbaum, desprecian el aprendizaje abstracto desvinculado del ser humano. Incluso hay experimentos que observan como las personas que conocen a sujetos en situaciones complicadas a través de sus relatos, tienen una respuesta más empática que los que conocen situaciones más distantes y menos concretas.
 
Por eso una educación pública sobre ideas sin rostro, prescindiendo incluso de nombrar situaciones concretas (homosexualidad, aborto), necesariamente será menos empática y con menos aceptación de la diversidad, de ese “yo plural de sombra única” (Borges). Paradójicamente en nuestro país poco después de que esta defensora de la formación cívica en la escuela pública ganara el premio, aparecieron las primeras modificaciones de la asignatura de Educación para la Ciudadanía, recortando los contenidos “socialmente controvertidos”: un verdadero giro ideológico. Winnicott, pediatra y psicoanalista referido en este libro varias veces, sostiene que un criterio de salud mental es la riqueza psíquica. Dando una vuelta de tuerca a su teoría, podríamos decir que una educación que tiene en cuenta las humanidades, conjura la mediocridad, combate la aridez psíquica, contiene la sociedad de la huida y la diversión, fertiliza el pensamiento y abre las posibilidades de un mundo infinito sin salir del nuestro (Kant nunca salió de su ciudad natal).
 
Una educación que concede un lugar prioritario a la palabra, algo tan fundamental para la contrucción de los ciudadanos y de la democracia, como para la salud mental, la riqueza psíquica y la creatividad. Personalmente me sugiere que una sociedad que no nutre el pensamiento y la imaginación (lo que nos hace humanos) y sin embargo satura de alimentos el cuerpo, gesta mentes planas en cuerpos obesos. Y una educación consumista y sobrepasada de estímulos externos, sin entrenamiento de nuestros ojos internos, niños hiperactivos. Sin duda, hay que buscar en esta línea los factores etiológicos de dos epidemias actuales: obesidad e hiperactividad. Pero gestores y políticos ni calibran en la dirección adecuada la pacífica pero poderosa arma (la educación) que tienen en sus manos, ni sienten, como Spiderman, que “un gran poder conlleva una gran responsabilidad".

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