En relación a la decisión ¿Creer en el cielo? esta es una opinión de Tomás Muro Ugalde

Esta es la opinión del experto

El cielo no es tanto un lugar físico sino un estado. Dios es amor, y el cielo será el “lugar” donde vive el “amor”. Y lo que sabemos de nuestro futuro último es lo que sabemos del futuro de Cristo.

En la postmodernidad las utopías se han quedado sin lugar, o se resuelven en los grandes almacenes y en las agencias de viajes.
 
Sin embargo el cristianismo es un evangelio, buen mensaje, de salvación, de Vida eterna, de cielo.
 
«En la imaginería religiosa el cielo no es mucho más que la mañana, fantasiosa de los “Reyes Magos”. Esa visión que tienen –o tenemos– muchos católicos es más bien infantil e indica no solamente que no “hemos tocado” lo que pueda ser la “vida eterna”, sino que, quizás, hemos descuidado lo que es ser persona humana» (pag 375).
 
El verdadero futuro escatológico –último–, explica el teólogo Karl Rahner, lo conocemos a partir de la experiencia presente de la salvación, y esta proyección de futuro ayuda a comprender el presente. La fe escatológica ve en el presente el futuro iniciado y en el futuro el presente cumplido. Y hablar de futuro significa hablar de la conclusión de la cristología o quizás de la finalización de la antropología desde JesuCristo.
 
Sólo se puede hablar del cielo, de la visio beatifica, a través y con la ayuda de la Cristología y de la antropología. Lo demás son adivinaciones o ilusiones. Lo que sabemos de nuestro futuro último es lo que sabemos del futuro de Cristo. Pero también depende de la antropología, de lo que sabemos del ser humano. El cielo será vivir en paz, feliz, en amor, justicia, etc., que en el fondo es el Reino de los cielos: Reino de justicia, de amor y de paz.
 
«¿Hay algún modo de vida más realizador que un padre, una madre de familia que trabajan y se aman juntos, aman a sus hijos, aman el contexto familiar, el pueblo, la comunidad cristiana? Si una persona es feliz aquí: esa es ya la vida definitiva, esa es la vida eterna» (pag 377).
 
En realidad el paraíso no es un lugar en sentido físico, sino más bien una condición del alma del ser humano, es un estado. Dios es amor, y el cielo será el “lugar” donde vive el “amor”. Y sabemos bien que el amor no vive en ningún sitio sino que es un modo de relación entre personas. El amor tiene su morada en la vida.
 
Continuidad – discontinuidad
El cielo o la vida eterna es la continuidad de esta vida, no de las cosas, sino del sujeto y lo que hace que vida realizado, o sea, el amor, la paz, la tolerancia, el servicio (no el poder), la libertad. Pero en el nuevo mundo se dará también una discontinuidad debida a la gratuidad, a la gracia de Dios.
 
«La realización humana (vida eterna) requiere trabajo, esfuerzo. El cielo será realización, no magia. Dios no es el “Mago de Merlín”, que va a llevarnos a todos “encantados” como el “flautista de Hamelín”. La vida adulta humana y realizada supone pluralismo, discrepancias, gustos diferentes, tendencias, opiniones, etc. (...) En el cielo estaremos los mismos que estamos aquí, con nuestras tendencias, nuestros modos de pensar, y la realización que Dios –en su infinita bondad– nos concederá, pero esa realización no serán cosas y juguetes, sino completar los valores: respeto, tolerancia, amor, fidelidad, cultura, libertad, que son los valores que hacen que el ser humano y las comunidades humanas puedan vivir en paz y realización» (pag 378).
 
Si se ama se sintoniza ya ahora con Dios y con los demás y disfruta ya del cielo, sin embargo «no se puede llegar a la plena realización en el amor hasta que no sean removidos los últimos rescoldos de odio después de haber pagado el tributo de la muerte. El cielo es una conversión al amor, no una situación mágica» (pag 383).
 
Quizás lo único que podamos decir del cielo es que es vida y amor.
 
Fuente: Muro Ugalde, Tomás. Escatología Cristiana: Esperanza en tiempos de desesperanza. San Sebastián: Idatz, 2009, pag 375-384.

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