En relación a la decisión ¿Creer en el purgatorio? esta es una opinión de Tomás Muro Ugalde

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Esta es la opinión del experto

El purgatorio es la mirada de misericordia, de gracia y el abrazo de amor con el que Cristo recibe al ser humano, que posiblemente lleno de girones y heridas, llega a Él. Cristo es nuestro lugar, «no un campo de concentración».

El «lugar teológico» del purgatorio es la mirada llena de gracia y el abrazo de amor con que Cristo y Dios Padre nos reciben. Y en ese encuentro se desencadena un proceso de plenitud, que es doloroso porque caemos en la cuenta de nuestras miserias.
 
No tendrá mucho sentido preguntarnos por la duración de este proceso de purificación, de realización. La muerte es la puerta por la que se sale del tiempo y se entra en la eternidad. El purgatorio no es un «infierno temporal», sino la última gracia concedida por Dios al hombre para que éste alcance su meta de ser un gran hijo de Dios.
 
Por eso el purgatorio es un encuentro y un abrazo. No es un castigo con el que pagamos las letras que nos faltaban de nuestro pasado pecador. No es condenación sino salvación.
 
El purgatorio es profunda alegría y paz en el Señor, pues él nos va a restablecer de todas nuestras limitaciones, imperfecciones y omisiones. No es un lugar, sino un proceso personal histórico de realización.
 
Puede ser considerado como la intensidad de la decisión del hombre por Dios. La existencia humana debe abrirse a Dios en un esfuerzo supremo, de ahí que cada uno debe someterse a un proceso de purificación distinto en el instante de la muerte.
 
La experiencia del purgatorio es tomar consciencia de nuestro pecado. Cuando nos encontremos con Dios infinitamente misericordioso, brotará en nosotros la misma experiencia del hijo pródigo: he pecado no merezco ser hijo tuyo (Lc 15, 11-32). Dios no echará mano del Código para ver qué pena nos corresponde. El Padre «nos tapará la boca», nos dará un abrazo, nos rehabilitará e introducirá en casa: había que celebrar una fiesta.
 
Lo más semejante al purgatorio es la experiencia mística, pues sólo aquel que está muy cerca de Dios es sensible y sufre con lo que lo separa de Él. El purgatorio es sentir la distancia personal para estar con Dios, y al mismo tiempo será ya la cercanía absoluta de Dios. Entonces, el sufrimiento del purgatorio no es una pena que Dios nos impone, sino el dolor intrínseco que nos causa el mismo mal que hemos hecho.
 
Fuente: Muro Ugalde, Tomás. Escatología Cristiana: Esperanza en tiempos de desesperanza. San Sebastian: Idatz, 2009, pag 301-308.

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