En relación a la decisión ¿Creer que la felicidad existe? esta es una opinión de Natàlia Plá

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Esta es mi opinión de experto

“La alegría de existir pudiendo no haber existido… es el punto de apoyo sobre el que debe articularse toda perspectiva de felicidad del ser humano”.

“Si el anhelo, lícito y deseable, de felicidad, radica en una expectativa de perfección, ese proyecto es fallido antes de comenzar. Quien espera que absolutamente todo vaya bien para poder decir que es feliz, difícilmente podrá decirlo alguna vez... Y es que si bien la felicidad va asociada a la experiencia de plenitud —expresada en sentimientos, sensaciones y emociones—, el error está en relacionar dicha plenitud con la perfección, la completez, la totalidad. La plenitud relativa a ser feliz no tiene que ver con la medida, sino con la concordancia con el modo de ser del ser humano: un ser limitado.

La felicidad, fundamentalmente, depende más de nuestra manera de vivir que de lo que vivimos; de cómo nos vivimos a nosotros mismos más que de cómo somos exactamente. Interpela cuando se conoce a alguien que nos lleva a exclamar: «¡Qué poco necesita para ser feliz!» Porque hay quienes son capaces de generar en sí una dinámica positiva que encara, gestiona y encaja lo que le sucede o lo que sucede en ellos. Por eso, cabe decir que la felicidad tiene mucho de acomodo con la realidad, tanto la estrictamente personal como la que nos rodea. Acomodo que es algo más que mera resignación e, incluso, que aceptación. Se trata de llegar a «sentirnos cómodos» en lo que realmente pasa en nuestra vida, en lo que deviene nuestra vida.

La plenitud del ser humano se afianza en el equilibrio entre la aceptación de lo que ya se es en el presente y la aceptación de lo que puede llegar a ser, que se traduce en una disposición personal y responsable para hacer todo lo que se pueda por desarrollarlo.

Hay una saludable tensión entre el ser y el poder ser, entre la asunción de lo que somos y una constante dinámica de desarrollo y realización. Dicha tensión es conciliable, puesto que la plenitud que nos hace sentirnos felices bebe, por un lado, en el gozo y la complacencia por lo que ya saboreamos, y por el otro, en la satisfacción íntima de saber que estamos aprovechando nuestras posibilidades existenciales al máximo. Un máximo que no es absoluto, sino limitado.

La felicidad, desde el enfoque realista existencial, no es una meta, sino más bien una forma de instalarse en la existencia, una forma dinámica que radica en la gratuidad del estar siendo y en la no ambición de lo absoluto. El sentido de la vida que brota de esta postura es la de responsabilizarse libremente de lo existente —de los existentes—, lo que lleva a tomar una consciente y firme opción por el bien, la paz y el amor, y a rechazar el poder de la violencia.

Nos conviene des-centrar la felicidad. Y es que resulta que si tiene que ver con la plenitud, ésta, a su vez, tiene que ver con la madurez; y la madurez del ser humano pasa por el reconocimiento del otro. Ocuparnos de nuestros congéneres sin desatender nuestras propias necesidades, nos descubre cosas de nosotros mismos que, de otro modo, no llegarían a ser realmente. El sabor amargo de una felicidad absoluta nunca alcanzada se diluye ante la intensidad llena de matices del límite gozosamente asumido”.

Fuente:
“Pliego. Realismo Existencial Para Todos”, Revista RE, Número 67.

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