En relación a la decisión ¿Creer que somos imagen y semejanza de Dios? esta es una opinión de José Antonio Sayés

Imagen de José Antonio Sayés
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Esta es la opinión del experto

El hombre es imagen de Dios en cuanto que debe dominar la creación y en cuanto que mantiene una especial relación con Él. Y es creado sexuado, lo que significa que en la relación sexual el hombre se comunica con el tú. Es en esta abertura a la relación y ahí radica su condición de imagen de Dios.

En el relato de la creación del primer capítulo del Génesis el hombre aparece como cumbre de la creación. Mientras para la creación de los otros seres se emplea la fórmula «y dijo Dios», para el ser humano se usa en plural «hagamos», por lo que se deduce que la creación del hombre implica un acto solemne por parte de Dios, además es la única obra en la que se dice que es creada a imagen de Dios.
 
El hombre es imagen de Dios en cuanto que debe dominar la creación y en cuanto que mantiene una especial relación con Él. Una relación de dependencia absoluta que sin embargo no degrada al hombre sino todo lo contrario, constituye el fundamento de su dignidad.
 
Y es justamente esta dependencia que lo libera de cualquier otra: porque depende de Dios, no depende de nadie ni de nada más, ni siquiera de otro hombre; todo lo demás, salvo sus semejantes, dependen de él.
 
«A imagen de Dios, macho y hembra los creó» (Gn 1, 27). Vemos por lo tanto que la relación sexual aparece como algo constitutivo del ser humano y creado por Dios mismo. Este ser sexuado creado a imagen de Dios, presenta la relación sexual como relación interpersonal.
 
El ser humano, por tanto, en su complementariedad de hombre y mujer, es imagen de Dios. Dios no tiene sexo. Esto quiere decir que, en su relación sexual, el hombre se comunica con el tú y en ello radicaría su condición de imagen de Dios. El sexo solamente puede tener sentido, en consecuencia, como comunicación de amor y como medio de multiplicación: «creced y multiplicaos (Gn 1, 28).
 
Fuente: Sayés, José Antonio. Teología de la Creación. Ediciones Palabra, 2002. Pag. 129-133.

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