En relación a la decisión ¿Creer en la reencarnación? esta es una opinión de José Lázaro

No

• José Lázaro
• Profesor de Humanidades Médicas, UAM. Escritor.

Esta es mi opinión de experto

Si creyésemos en la reencarnación sería imposible creer a la vez en la resurrección de los muertos el día del Juicio Final (¿con cuál de los muchos cuerpos de distintas especies en que nos habríamos reencarnado a lo largo de nuestras vidas tendríamos que resucitar?). Y ambas creencias son difícilmente compatibles con la de las huríes que nos servirán eternamente copas de delicioso vino tinto si tenemos la suerte de acabar en el paraíso de Mahoma. Unos creen que las vacas son un animal sagrado, otros que no se puede comer carne de cerdo o que es un pecado horrible hacer una transfusión de sangre. Durante siglo y siglos los hombres han ofrecido sus danzas a los dioses para que estos, agradecidos, les enviasen la lluvia.

Dentro de su pintoresca diversidad, las más variadas creencias en fenómenos sobrenaturales tienen una cosa en común: son fantasías relacionadas con la satisfacción de nuestros deseos; se basan en mecanismos mentales elementales, como el de suponer que hay un vínculo esencial entre cada cosa y su nombre, o el de imaginar una relación de causa-efecto entre dos fenómenos que se parecen o han estado en contacto. Los brujos y los sacerdotes juegan siempre con relaciones de analogía y contigüidad, con metáforas y metonimias: el enemigo morirá si destruimos un muñeco de cera que se parece a él, pero su muerte será aun más segura si podemos adherir al muñeco un mechón de pelo o una uña que perteneció físicamente al enemigo. Si el vino tiene un aspecto similar a la sangre es mucho más fácil hacer creer a los fieles que se transforma en sangre.

Estos mecanismos básicos y profundos de la mente humana que se ponen al servicio de la imaginaria realización del deseo reciben tradicionalmente el nombre de “pensamiento mágico”. Con el han construido todas las culturas humanas las mitologías y religiones que les consuelan por sus desdichas, les mitigan su angustia y les permiten soñar con las más disparatadas fantasías: la resurrección de los muertos, la reencarnación de las almas o los sensuales placeres eternos del paraíso mahometano.