En relación a la decisión ¿Asumir la precariedad humana para alcanzar el vacío del yo? esta es una opinión de Dennis Gira

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Esta es la opinión del experto

Para dejar de cometer actos egocéntricos, o sea, para alcanzar el «no-yo» o el «vacío del yo»,  es necesario asumir la precariedad humana. Esta está inscrita en cada agregado o grupo de fuerzas físicas y psíquicas que conforman el ser humano, ya que todas ellas están sujetas a cambios constantes.

Dennis Gira empieza apuntando que para los budistas, una de las características del hombre es su precariedad. Si un individuo no acepta esta realidad continuará cometiendo actos egocéntricos, continuará intentando afirmarse de mil y una maneras, de imponerse…
 
No tendrá consciencia de que la «felicidad» que intenta construir se asienta en arenas movedizas.
 
El resultado será que continuará dando vueltas en un ciclo de nacimientos y muertes durante kalpas y kalpas.
 
Buda sabía perfectamente que al ser humano le cuesta mucho aceptar la fragilidad de su existencia. Por eso Buda lo lleva de la mano ayudándolo a analizar quien es en realidad.
 
Buda desmonta el fenómeno del hombre para mostrarle que no hay nada en él que corresponda a un «ser permanente» (este es el sentido con que usamos habitualmente la palabra «yo»).
 
Clásicamente se entiende el individuo como una combinación de fuerzas o energías físicas y psíquicas entrelazadas en perpetua mutación. Estas fuerzas se dividen en cinco grupos o «agregados»:
 

  • El primer grupo de fuerzas integra todo lo que en el individuo es material. Es la corporeidad. Se trata de 4 grandes elementos, tierra, agua, fuego y aire, que simbolizan la solidez, liquidez, calor y movimiento. También comprende los órganos. La pregunta es: ¿habrá alguna cosa en este grupo que sea permanente, o sea, que no esté en constante cambio? La respuesta es no. No hay una única célula de nuestro cuerpo que no se modifique a cada instante.
  • El segundo grupo es el de las sensaciones. ¿Hay alguna sensación que sea permanente? No hace falta reflexionar mucho para responder que no. Toda sensación depende a su vez de un órgano material que tampoco escapa a la impermanencia.
  • El tercer grupo es el agregado de las percepciones. Una vez más nos topamos con la impermanencia. La percepción es en cierto modo el «reconocer» de una sensación por lo que de una forma u otra depende de esta sensación.
  • El cuarto agregado es el de la «voluntad», o de las composiciones químicas. Comprende todo acto voluntario, todos los impulsos, todas las emociones conscientes o no. Aquí, una vez más, todo está en constante cambio ya que depende, directa o indirectamente de los órganos sensoriales, de las sensaciones y de las percepciones.
  • Finalmente llegamos al quinto agregado, el grupo de la conciencia o del conocimiento. Aunque quizá sería más exacto hablar de conciencias, ya que en el budismo en cada órgano existe una conciencia. En este grupo se incluye también la conciencia o conocimiento de la mente. Y es precisamente aquí donde el hombre probablemente es menso permanente. Los innumerables datos que entran en la conciencia, a través de los contactos con el mundo que lo rodea, con las distintas sensaciones… hacen que se modifique a cada instante.

 
Entonces, ¿dónde se podría esconder este «yo permanente» que pueda estar a salvo de los constantes cambios que caracterizan todas las fuerzas físicas y psíquicas descritas en el cuadro de los cinco «agregados»?
 
Fuente: Gira, Dennis. El budismo explicado a mis hijas. Paidós Ibérica, 2010.

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