Uno de los principios budistas es la impermanencia, o dicho en otra palabra, precariedad: Somos seres de paso por un mundo transitorio. También las cosas tienen ese inexorable carácter fugaz. Asumirlo puede llevarnos a vaciarnos de nosotros mismos, de nuestros apegos o puede ser relativismo.
La visión budista invita a desapegarse de todo, y ayuda comprender que todo pasa.
La impermanencia entendida como fugacidad nos puede llevar a la ligereza, al no compromiso, a la falta de responsabilidad, a preocuparnos tan sólo por nosotros mismos; pero también nos puede llevar a no absolutizar, a dar importancia al presente, a lo que es aquí y ahora.
Cabe analizar en qué sentido formulan las diversas escuelas budistas la impermanecia.
Al mismo tiempo nos tendremos que interrogar si es necesario asumirla para alcanzar la vaciedad del no-yo.