En relación a la decisión ¿Enseñar la historia sin resentimientos? esta es una opinión de Julia Remón Molina

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Esta es mi opinión de experto

Enseñar historia supone trabajar para la paz. Nos brinda la oportunidad de suprimir una historia del nosotros y ellos por una historia de todos, donde no hay una verdad, sino muchas interpretaciones coexistiendo, con diferentes visiones, no enfrentadas, sino capaces de reconocer los errores propios.

Remón afirma que “la educación no es sólo un elemento clave del proceso de socialización de la persona para su integración en la sociedad, sino que prepara y forma el futuro y, a través de ella, se puede perfeccionar esta sociedad actual y construir un mundo mejor y más igualitario. La educación es un medio básico para conseguir una revolución cultural y lograr una cultura para la paz y, en esta educación, las ciencias sociales y la historia tienen un papel muy importante.
 
Ante el aumento del discurso violento social, tanto el docente como el historiador, no pueden quedar indiferentes, deben denunciar el uso de un lenguaje confuso que tergiversa los conceptos y que acaba impregnando la opinión pública de unos temas  que se aceptan con normalidad (guerras preventivas, fuego amigo, daños colaterales, inmigrantes ilegales, invasión de pateras…) y no conducen, a una convivencia pacífica. La historia ha necesitado de un cabeza de turco, en el que poder volcar todas nuestras frustraciones personales, grupales, nacionales y en un periodo de crisis, como el actual, permanece la necesidad de encontrar un enemigo que justifique una mayor inversión en armas y un mayor control social (J.Domingo y  J. Remón, Petit diccionario de la pau, 2006)”.
 
Pero hay un camino hacia el cambio, según la experta, miembro de SEIPAZ: “Poco a poco se va abriendo paso en todos niveles educativos una enseñanza de los Derechos Humanos, educar en valores, en la solidaridad, etcétera. Es un camino lento y largo porque ya se sabe que estos cambios culturales son más fáciles y rápidos en la currícula que en las mentalidades”, dice la experta.
 
Y añade: “Se debe optar por una historia sin resentimientos, reconciliadora, sin prejuicios, que esté al servicio de la paz. Una historia que no hable de vencidos ni vencedores, superando lenguajes heredados y aceptando que no existe una verdad, una realidad, sino muchas y que las interpretaciones pueden coexistir con otras visiones diferentes. Sustituir la historia de nosotros y ellos por una historia de todos. Enseñar la historia con sus aciertos y errores, con su grandeza y miseria, aceptando las propias equivocaciones históricas puesto que todo pasado es digno de ser conocido y asumido pero no olvidado. En palabras de  Albert Camus: ‘es deseable que una nación sea lo bastante sólida en sus tradiciones y honor para tener la valentía de denunciar sus propios errores’”.

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