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Esta es la opinión del experto

Turismo y patrimonio se necesitan para desarrollar un turismo sostenible. Además, el patrimonio puede colaborar a desestacionalizar el turismo. Sin embargo tiene que haber un equilibrio, ni se puede trivializar el patrimonio, ni pueden faltar las infraestructuras turísticas.

En zonas turísticas el patrimonio se convierte en un activo añadido a la oferta (cuando no es ya su principal activo). En zonas no turísticas el patrimonio suele cumplir funciones identitarias y de mejora de la calidad de vida en los planos urbanísticos y medioambientales (en zonas turísticas también).
 
Los principales problemas para la viabilidad de la gestión del patrimonio se derivan del mantenimiento y no tanto de la conservación.  De esta forma se ha potenciado mucho el turismo escolar, de ancianos y el turismo estacional (si se refiere a una zona turística). En realidad el visitante que un técnico desea que visite una instalación patrimonial existe en muy escasa cantidad.
 
Otro problema recurrente es la delimitación territorial de los proyectos impuesta políticamente o por la administración local. Este factor es ultrapasado a veces con la creación de rutas temáticas.
 
El tercer problema es el mutuo desconocimiento entre el sector turístico y el patrimonial. Sus técnicos tienen formación en una u otra área, pero generalmente desconocen la otra. Existe por lo tanto una dificultad en crear equipos verdaderamente interdisciplinares.
 
Así a veces se trata el patrimonio como una oferta turística independiente y se ignora los procesos de comercialización. Sin embargo cuando los proyectos se formulan desde un punto de vista turístico, el patrimonio es visto como un valor añadido y “profanado” frecuentemente en lo que tiene de simbólico-identitario para la población.
 
Turismo y patrimonio se necesitan pues, mutuamente, para lo que denominamos desarrollo sostenible.
 
El turismo puede representar para el patrimonio ingresos, vitalidad y relevancia política, pero no a costa de un mercantilismo abusivo, que produzca una trivialización de los discursos, que puede llegar a ser contraproducente incluso para el interés turístico.
 
A su vez el patrimonio puede servir para enriquecer la oferta, crear imagen, reorientar el posicionamiento y desestacionalizar. Para ello debe entender bien su dimensión lúdica.

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