En relación a la decisión ¿Apoyar campañas de resistencia ciudadana a los desahucios? esta es una opinión de Jorge Ubeda

No
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Esta es mi opinión de experto

¿Qué significa apoyar? ¿Apoyar una iniciativa legislativa popular para modificar una ley hipotecaria injusta? ¿Apoyar manifestaciones públicas, ordenadas y pacíficas, en las que se reivindica un cambio en determinadas leyes? ¿Apoyar escraches en los domicilios de algunos políticos?

Si la pregunta es si estoy de acuerdo con lo esencial de la reivindicación de la PAH digo que sí. Considero que la reclamación que hacen es adecuada y que tal reforma debería haberse acometido hace tiempo. Resulta alarmante escuchar a expertos en la cuestión que afirman que ya se sabía que tal problema se podría suscitar dada la actual ley hipotecaria. No debería ocurrir que tales cambios legislativos tengan que producirse ante situaciones personales y familiares que rozan la indignidad humana. Es una muestra más de la desorientación en la que ha navegado la sociedad española todos estos años de bonanza económica.
Ahora bien, si la pregunta es si apoyo determinados modos de acción ciudadana para la reclamación de intereses legítimos he de decir que hay determinados modos de actuar de la PAH que no resultan ejemplarmente cívicos. El acoso directo a representantes políticos no parece el modo más próximo al ideal de ciudadanía que debería presidir nuestras relaciones sociales.
 
Sí a la reivindicación legítima de los propios intereses.
 
Sí a la ocupación pacífica y ordenada de la calle para hacer llegar las reclamaciones justas.
 
Sí a la presencia masiva en redes sociales y medios de comunicación para hacer llegar el mensaje.
 
Sí a la connivencia con fuerzas parlamentarias para dar realidad política a las propuestas.
 
Sí a la iniciativa legislativa popular como medio de presionar a los parlamentos a escuchar la voz de los ciudadanos.
 
Pero NO a cualquier forma, encubierta o explícita, de violencia o al señalamiento público como responsables individuales a quienes representan posiciones políticas colectivas. Hay una delgada línea que hay que saber manejar bien para que el ejercicio de la ciudadanía no se convierta en una forma de violencia a la que nos acostumbremos.
 
Una historia final: la Atenas en la que vivió Solón el siglo VI a. C. vivió una crisis económica importante que llevó a muchos ciudadanos a tener que hipotecar, ya no su casa, si no sus cuerpos y así convertirse en esclavos de sus acreedores -que eran ciudadanos como ellos-. La dación en pago no era la casa, sino el cuerpo. Solón, aristócrata y rico, gran estadista griego no soportó el espectáculo de semejante injusticia, como se puede leer en alguno de sus yambos, y promovió una ley de amnistía que perdonaba todas aquellas deudas que implicaban la dación del propio cuerpo. Esto significó una bajada en los precios de las tierras que fueron aprovechados por los más ricos para hacerse con las tierras. Solón, después de esta reforma, tuvo que marcharse al exilio pues aquellos a los que salvó consideraron que lo hizo beneficiando a los más ricos y los más ricos no le perdonaron que promoviera la amnistía en las deudas.
 
¿Hay algún Solón por ahí?

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