En relación a la decisión ¿Apoyar leyes de transparencia exigentes para acabar con la corrupción? esta es una opinión de Jorge Ubeda

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Esta es mi opinión de experto

No antes de mejorar los canales de participación política. ¿Qué significa transparencia? Preferiría hablar de franqueza como una política de la verdad dirigida a adultos y como un estilo frecuente de comunicación en los ámbitos institucionales. Una franqueza prudente, por supuesto, pero no sibilina.

Existe una gran alarma social, como es natural, por los distintos casos de corrupción que asolan a muy diversas instituciones del Estado. Desde luego que la corrupción en el desempeño del servicio público debería desaparecer y ha de ser combatida con todas las armas de las que ya está dotado el Estado de derecho. Además, aquellos que cometen tales tropelías deberían ser ejemplarmente sancionados para que no quede resquicio a la duda de que no hay tolerancia frente a tales actuaciones.
Ahora bien, pensar que una ley de transparencia resuelve los problemas de corrupción parece una ingenuidad. Si seguimos el sabio consejo de la política clásica que donde hay muchas leyes hay poca justicia y que es ciudad mejor gobernada aquella que precisa de pocas leyes para ello, debemos preguntarnos si el establecimiento de una ley que obligue a ser transparente no fomentará la ya clásica picaresca fraudulenta que asola, ya no solo las instituciones políticas, sino a todos los estamentos sociales. 
En cualquier caso, parece aconsejable desarrollar algunas normativas de transparencia para todas aquellas instituciones que, de un modo u otro, reciben fondos con cargo al erario público al que todos, en función de sus capacidades, contribuimos. Esa normativa ofrece un marco de actuación que limita los posibles abusos y ofrece una cierta garantía de que no se va a hacer un uso privilegiado de una situación determinada de poder. Pero tales normativas no van a funcionar si no encuentran un caldo de cultivo social basado en algún estilo moral concreto. Por ello me parece deseable generar un estilo en la política española y en la gestión organizativa basada en la franqueza.
La franqueza puede ser un valor que aplicamos a personas o a actos comunicativos (una persona franca, algo dicho con franqueza) y que también se puede entender como una virtud. Su definición es compleja.

  • Por un lado implica algo relacionado con el conocimiento: la franqueza está en estrecha relación con el esfuerzo por comprender la realidad del modo más próximo a su propia presentación. Pero, al mismo tiempo, hay que ser consciente que todos tenemos filtros sobre la realidad, que nos llega a través de mediaciones, por lo que la franqueza significa el reconocimiento de tales filtros y mediaciones y de su diferencia respecto de otros posibles. Al mismo tiempo, la franqueza reconoce lo común que puede haber en las distintas aproximaciones al mundo. En cualquier caso, la franqueza es tratar de vivir conforme a la verdad de las cosas.
  • Por otro lado, la franqueza tiene una dimensión relacional y es la virtud de saber decir la verdad en el momento oportuno. Ser franco no es decir la verdad a cualquier precio, en cualquier momento y caiga quien caiga. La verdad también tiene sus tiempos y espacios. Para poder decir la verdad a otros hay que conocerla, alcanzar cierta seguridad sobre ella y generar los marcos en los cuales sus efectos no van a ser distorsionados o manipulados. Para ello es importante cultivar la comunicación adulta y no oblicua; tomar al otro como alguien capaz de verdad y de escuchar la verdad. 

Esta franqueza no la cultivamos mucho en nuestra sociedad, nuestra política, nuestras empresas, universidades y colegios. Tengo cierta sensación de que no nos tomamos los unos a los otros como sujetos adultos capaces de esta franqueza, lo que enturbia enormemente todas nuestras relaciones que no sean familiares o amicales. El paternalismo de muchos empresarios y jefes; la condescendencia de tantos políticos con sus votantes y los ciudadanos; la ocultación sistemática de intereses legítimos de empleados a sus superiores o las prácticas sumergidas de tantas personas son una muestra de todo ello. 
En conclusión: la franqueza como estilo comunicativo, relacional y moral fomentaría una vida social y política en la que la transparencia iría de suyo y la posible ley que hubiera que desarrollar crecería sobre un caldo de cultivo saludable y duradero.

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