En relación a la decisión ¿Hablar sobre la homosexualidad con mis hijos? esta es una opinión de José Lázaro

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Esta es mi opinión de experto

Sí, el diálogo sobre temas esenciales, con todos sus peligros, es el gran instrumento que tenemos los humanos para combatir los malentendidos dañinos y los silencios rencorosos.

 
Siempre hay cosas que conviene no decir, como por ejemplo aquellas que causarían a nuestro interlocutor (amistoso) un sufrimiento inútil, aunque sean ciertas, porque él no está preparado para asumirlas y manejarlas a su favor. Es lo que denominan los psicoterapeutas “respetar las defensas del paciente”. Y es el tipo de verdades dañinas que tan útiles resultan cuando se trata de agravar las heridas de nuestros enemigos. Pero en las relaciones positivas (las que se dan en las familias y las amistades no deterioradas) el diálogo sobre los temas importantes (evitando las excepciones mencionadas) es una forma de apoyo mutuo, de conocimiento vinculante, de acercamiento comprensivo. La sexualidad (hetero, homo o mediopensionista) es una parcela esencial del deseo humano. Y el deseo es (junto con el orgullo y el lenguaje) lo más definitorio del ser humano, lo más primario, irreductible y determinante que tenemos. Por ello nos proporciona una interminable serie de gratificaciones y una inevitable sucesión de preocupaciones.
 
En la adolescencia, cuando el deseo es fuerte, el conocimiento limitado y el juicio inexperto, las preocupaciones provocadas por el florecimiento de la sexualidad pueden llegar a ser angustiosas. Frente a la angustia, el diálogo sereno con amigos o familiares de confianza (siempre con la prudencia de no provocar heridas innecesarias), incluidos los propios padres (en el mejor de los casos) puede ser un gran apoyo para enriquecer la deliberación razonable y cordial sobre los conflictos vitales, que es la forma más fructífera y humana de resolverlos.
 
Escribió Freud: “Por medio de palabras puede un hombre hacer feliz a un semejante o llevarle a la desesperación; por medio de palabras transmite el profesor sus conocimientos a los discípulos y arrastra tras de sí el orador a sus oyentes, determinando sus juicios y decisiones. Las palabras provocan afectos emotivos y constituyen el medio general para la influencia recíproca de los hombres.” No sería fácil encontrar las palabras para decirlo mejor.

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