En relación a la decisión ¿Reconocer mi ignorancia para empezar a pensar mejor? esta es una opinión de José Lázaro
-
José Lázaro
- Profesor de Humanidades Médicas, UAM. Escritor.
Esta es mi opinión de experto
Sí, pensar es cambiar de ideas: cuantas menos certezas tengamos, más estímulo para buscarlas. Cuanto mayor sea la conciencia de nuestra ignorancia, más posibilidad de aprender y pensar para superarla.
El proceso de pensar consiste en abandonar una certeza para dirigirse a otra. No es posible pensar si se cree estar en la verdad; entre la certeza y el pensamiento hay la misma relación que entre el aeropuerto y el avión: el pensamiento nos permite avanzar desde una convicción a la siguiente, porque estar seguro de algo es justamente lo contrario de pensar sobre ello, tan contrario como la inmovilidad (del aeropuerto) y el movimiento (del avión). Desde el punto de vista intelectual, la conciencia de la ignorancia es tan estimulante como la duda. Pensamos para superar nuestra ignorancia o para despejar nuestras dudas: en el momento en que creemos estar seguros de algo dejamos de pensar sobre ello.
Muchos autores han defendido la tesis de que es el sufrimiento lo que estimula la creatividad, que la angustia nos empuja hacia delante mientras que el bienestar nos paraliza: actuamos cuando necesitamos cambiar cosas y combatir nuestra desdicha; por el contrario, nos detenemos a disfrutar de lo que nos gusta y procuramos conservarlo: desde esta perspectiva, la felicidad sería improductiva. Pero también hay quien sostiene que esa tesis es un mito romántico tan falso como peligroso: lo cierto sería mas bien que la desdicha produce dolor, pero no pensamiento o arte: creamos a pesar de nuestras miserias, no gracias a ellas. En el campo del pensamiento (y su relación con la ignorancia) parece claro que ambas posturas tienen parte de razón. La ignorancia autosatisfecha (como su correlato, la creencia absoluta) rechaza el pensamiento, que solo significa para ella una amenaza. La conciencia de nuestra inmensa ignorancia (generalmente agudizada por la cultura y el estudio, aunque frenada por el orgullo) es un excelente estímulo para el pensamiento; o al menos lo es para la (pequeña) parte de la humanidad que prefiere pensar a creer.
