En relación a la decisión ¿Creer que la convivencia intercultural siempre es conflictiva? esta es una opinión de José Luis González Quirós

Imagen de José Luis González Quirós

Esta es mi opinión de experto

Cualquier convivencia es conflictiva, creer lo contrario es una ilusión peligrosa. Los conflictos, de todo tipo, forman para de la entraña de la vida colectiva y, en la medida en que se piense que la cultura los atenúe, la convivencia en sociedades multiculturales los atenuará algo menos.

 
De cualquier manera, conviven y tienen conflictos los individuos, y no las culturas. Las culturas pueden ser distintas y aún contradictorias, pero no tienen que ser conflictivas si los individuos, y las sociedades que forman no lo son, esto es no tiene que llegar a ser insoportablemente conflictivas, aunque será difícil evitar que existan tensiones y dificultades. Esto equivale a afirmar que se puede crear formas sociales en que la conflictividad atribuible al carácter multicultural de un grupo humano llegue a ser muy tenue, si las personas se acostumbran a respetar la libertad de los demás, lo que no es fácil, además de haber sido bastante inusual hasta la fecha.
 
Me gusta mucho la definición de libertad de Hayek, la libertad consiste en que haya otros que puedan hacer cosas que no nos gusten, y en la medida en que ese margen de tolerancia se respete no tendría que haber conflictos insolubles por razones de tipo cultural. La cuestión difícil es, por supuesto, establecer normas generales, aplicables a todos, que sean respetuosas con los diferentes y puedan reclamar el respeto de cualquiera. La vida contemporánea está llena de conflictos de este tipo, pero nadie ha dicho que no se puedan resolver, aunque hacerlo habrá de implicar, necesariamente, cambios sociales y culturales, sobre todo en las sociedades menos abiertas y tolerantes. En la actualidad, el problema está en que hay muchas sociedades que no son respetuosas con lo que piensan y hacen los discrepantes, los ajenos o los disidentes, independientemente de estos compartan o no una determinada cultura con el grupo social y cultural dominante.
 
El hecho de que estemos alcanzando a pasos agigantados formas de sociedad muy abiertas a la influencia de grupos humanos que, hasta hace bien poco eran sideralmente ajenos, hace especialmente necesario plantearse la cuestión de cuáles han de ser esas normas y qué cosas y diferencias resultan respetables o deben ser combatidas desde el punto de vista de la ley común. Es obvio que hay numerosas situaciones en que no resulta fácil formular las posibles soluciones y que habrá que ir avanzando hacia ellas poco a poco, mediante prueba y error, y analizando cuidadosamente las experiencias habidas en otras sociedades y debatiendo con calma las alternativas posibles. La diversidad no es nunca una amenaza, pero puede ser sentida como tal, y eso es lo que hay que evitar mediante la educación básica y el fomento de la tolerancia pública. Todo comienza por hablar, por hacernos conscientes de la enorme abundancia de formas de comportamiento que son compatibles con la condición humana, para precisar, en cambio, qué conductas pueden ser reprimidas en nombre de la dignidad y del respeto a la libertad de conciencia y a las libertades públicas. No se puede ser tan tolerante que se tolere a los que no lo son, a quienes pretendan imponer la plena vigencia jurídica de sus opiniones y creencias, y no se puede ser tan intolerante que no se admita la discusión racional sobre los límites y los fundamentos de toda tolerancia. En realidad, en el momento en que se admite que se puede discutir y que ha de rechazarse la imposición y la violencia como instrumentos de determinación de la conducta se empieza a avanzar. En el origen de casi todas las instituciones respetables ha habido violencia, y el imperio habitual de la ley también la implica, de algún modo, pero lo importante es que se esté de acuerdo en que cualquier forma de violencia legítima ha de ser restrictiva, y ha de ejercerse de manera monopolística por el poder público que, además, ha de ser tolerante con la diversidad y promover el respeto a las diferencias tolerables, casi todas las que una persona razonable pueda desear, todas las que no impliquen una limitación arbitraria y abusiva de la autonomía y la libertad de los demás.

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